LA GUERRA, FRÍA O CALIENTE

El mundo asiste hoy, espantado, a una serie de conflictos que dan cuenta no solo de la violencia en las relaciones internacionales, sino también de su duración. Tanto el conflicto en Gaza, como la situación en Ucrania, nos muestran la persistencia de problemáticas que el sistema político internacional se ha mostrado incapaz de resolver. Hace algunas décadas, existía la creencia de que estábamos atravesando “el final de la Historia”. La idea subyacente a esto era que habíamos llegado al fin del equilibrio de poder entre Estados Unidos y la entonces, Unión Soviética (el sistema bipolar). Ésta etapa, fruto de la realidad emergente posterior a la Segunda Guerra Mundial, era el hecho sobresaliente y constituiría el principio de la Guerra Fría, ese escenario en que la posesión de la tecnología nuclear por parte de las dos máximas potencias mundiales “vencedoras” de la SGM, planteaba un escenario imposible, el de la destrucción mutua asegurada. Este escenario, conocido por las siglas en inglés, MAD, expresaba la demencial “evolución” de la guerra. Como decíamos, ese fin de la historia mostraría el fin de la bipolaridad, y la emergencia de una suerte de unipolaridad, expresada en la potencia de los Estados Unidos, el vencedor de esa batalla no solo militar, sino por sobre todo, ideológica que era la Guerra Fría. Esa guerra imposible que, sin embargo, se peleaba en los escenarios mas variados, a lo largo y a lo ancho del mundo(allí donde los intereses de esas potencias o sus socios estuvieran en riesgo) tomaba la forma de otro tipo de enfrentamientos: Guerras de mediana o baja intensidad. Entonces, ese fin de la historia al que nos referíamos no era tal, sino que era el fin de una historia. Y sin lugar a dudas, no era el fin de la guerra. La guerra es definida por la Real Academia Española como una “desavenencia y rompimiento de la paz entre dos o mas potencias”. La guerra, tan antigua como la humanidad, suele responder a esa necesidad humana de zanjar sus “diferencias”. Es entonces, una parte esencial de la realidad humana, y por lo tanto, de su historia. El mas grande teórico de la guerra, Carl Von Clausewitz, allá por 1830, lo planteaba en estos términos: “Constituye un acto de fuerza que se lleva a cabo para obligar al adversario a acatar nuestra voluntad”. Parece ser un acto casi criminal. Sin lugar a dudas, cuando hablamos de “guerra”, nos referimos a un evento de los mas dolorosos y aberrantes de la realidad humana. Pero también a uno de los mas habituales. Se suele decir que la guerra es la continuación de la política por otros medios. Esta idea, acuñada por Von Clausewitz, y usada con cinismo en cuanto texto se ha escrito al respecto, no tenía en la mente de su creador esa carga valorativa. Él pensaba que la guerra moderna es un “acto político”, y esta manifestación ponía en juego lo que él consideraba el único elemento racional de la guerra. En su concepción, los otros dos elementos de la guerra son: a) el odio, la enemistad y la violencia primitiva, y b) el juego del azar y las probabilidades. “El primero de estos tres aspectos interesa especialmente al pueblo; el segundo, al comandante en jefe y a su ejército, y el tercero, solamente al gobierno. Las pasiones que deben prender en la guerra tienen que existir ya en los pueblos afectados por ella; el alcance que lograrán el juego de talento y valor en el dominio de las probabilidades del azar dependerá del carácter del comandante en jefe y su ejército; los objetivos políticos, sin embargo, incumbirán solamente al gobierno” Podemos ver en esta breve cita la pertinencia de estas palabras en la actualidad. De hecho podríamos agregar que la historia de la humanidad es la historia de la guerra. Cada hecho debidamente documentado en la historia de la humanidad (desde un punto de vista de la historia como ciencia), es decir, que este registrado de manera “fehaciente” hace referencia a otro frente al cual se percibe una amenaza, real o imaginaria, a la cual se debe hacer frente: la primera guerra de la que se tiene constancia ocurrió en el 2700 a.c. entre Sumer y Elan, en Mesopotamia. Y si nos remitimos a otras civilizaciones como Egipto, China o Babilonia, los relatos se repiten. Hoy, como testigos vivos de conflictos “calientes” en todas partes del mundo, podemos decir que la guerra es parte inherente de las relaciones internacionales, que es un modo entre muchos otros, de resolver disputas y que aquella tesis de que la guerra es o debería ser el último recurso no solo está lejos de ser cierta, sino que es una triste utopía. Las nociones de guerra justa, o guerra legítima, cuya existencia podemos rastrear hasta el pasado mas remoto no hacen mas que mostrar que el hombre ha buscado justificarla de diversas maneras, entendiéndola como algo doloroso y extremo, pero no por eso menos válida e, incluso, preferible. En definitiva, la guerra, fría o caliente, es una triste realidad. Y lo seguirá siendo… Por: Lic. (Mg) Milena Barada

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