CONOZCAMOS AL DT ENRIQUE. PARTE 18
Entre todos, se pusieron a ver qué cosas se necesitaban para la cena y todos los preparativos para la fiesta de fin de año. El Muro toma la palabra diciendo: “Ya hablé con Mario, el carnicero y le hice un pedido de la carne y las achuras para el asado de Año Nuevo, lo tiene todo listo para mañana a la mañana, por lo tanto, hay ver los ingredientes de las ensaladas”. Toma Clau la palabra y dice: “Muy bien, que Uds se encarguen del asado, también, van a hacer las compras para las ensaladas, para la ensalada de frutas, la crema para hacer el postre y traigan 2 kilos de helado, también. Acá tienen la lista de las verduras y las frutas. Acuérdense de traer la bebida, cosa fundamental, queridos” con una gran sonrisa, “Por supuesto -afirma Delia- y que sea una bebida bien rica y abun-dante”. Se ríen las chicas. “No se preocupen por la bebida -dice Enrique- porque voy a la “Bodeguita”, el negocio de Raúl, que es un amigo y compramos todo lo necesario”. “Muy bien -dice Helena- si cuando vuelven falta algo, mando a algunos de los chicos y lo compramos por acá cerca”.
En la mañana del 31 de diciembre, el Muro y Enrique pasan a buscar a el Tigre y Andrés para ir a Punta del Este. Cuando llegan, lo primero hacen es ir a la carnicería de Mario, cuando entran el Muro grita: “¿Dónde está el vago del carnicero?”. Se escucha: “Futbol, futbol, futbol, Bonzo, Bonzo, Bonzo”, y aparece Don Mario riendo: “Querido Muro y venís acompañado de Enrique, que grandes que son muchachos y que alegría me da verlos, sobre todo después de la felicidad que nos dieron este año con la Copa Libertadores” y se funde en un abrazo con cada uno de ellos. Al instante se da cuenta que los acompaña más muchachos, “Pero pará Muro querido -continua Don Mario- Vinieron con (mirando al Tigre) el Tigre Benítez y este (mirando a Andrés), también, es colombiano, ¿no es cierto? Ah, ya sé, es Escobar, el zaguero de Atlético Nacional, ¿estoy en lo cierto?” y sin respuesta los saluda muy calurosamente. El Muro los mira y dice: “Don Mario, es un loco por el futbol y un gran fanático de Nacional. Te quiero mucho, amigo”. “Gracias Muro, yo también te quiero. Pero esta alegría me la dan pocos, 2 campeones de América y 2 grandes jugadores de futbol, todos en mi carnicería. ¡¡¡Que felicidad!!!” “Miren que fanático que es Don Mario, -dice Enrique- que estamos los tres en aquella foto que colgó detrás de la caja. La sacó hace tres o cuatro años cuando salimos campeones en el campeonato de Uruguay y desde ese momento está ahí colgada”. “Y no la pienso sacar, quedará ahí hasta este negocio siga siendo una carnicería” les dice Don Mario y sigue: “Muchachos ya tengo su pedido preparado”. Se va pa-ra la cámara y vuelve con varias bolsas “Aquí está todo, muchachos. Lleva todo y el año que viene me lo pagas, jajaja” “Gracias Mario, pero decime cuanto es y te pago ahora, mejor. Dale y no empieces con tus escapadas”. “Bueno, está bien, busco la boleta y me pagás” responde Don Mario. Va y trae la boleta y un paquete. Le da la boleta al Muro y el paquete se lo da a Enrique: “Esto es para vos, si querés, lo compartís sino te lo comes solo -sonríe Don Mario- Es un regalo que te hago por todas las alegrías que nos das a los hinchas del Bonzo, como sé que te gusta mucho, quiero que esta noche lo puedas comer”. “Muchas gracias, Don Mario – le agradece Enrique- Su matambre es el mejor y para esta noche está perfecto. Se lo voy a dar de probar a los amigos, así va a tener nuevos clientes para comprarlo. Muchas gracias, Don Mario, siempre tan atentos con nosotros.”. Y se dan un abrazo muy sentido. “Bien -dice el Muro- Muchas gracias, Don Mario, es cierto es el mejor matambre que comimos y esta noche se lo damos a probar a ellos”. Todos asienten y le agradecen. “Bueno, le pago, Don Mario, porque tenemos que seguir con las compras que son un montón -le implora el Muro- Cobráme, por favor”. Después de cobrar, Don Mario se abraza con todos, se desean Feliz Año Nuevo y los despide para que vayan a seguir con las compras.
Van a “La Bodeguita” de Raúl. Al entrar los reconoce y Raúl se acerca: “Buen día, muchachos. Hola Muro. Hola Enrique”. Saluda a los otros mu-chachos y se dirige a Enrique: “Enrique, la semana pasada me llego un Cabernet Sauvignon de Zuccardi del Valle de Uco, que resulto muy bueno. Les guarde una caja para Uds”. “Que bueno, Raúl -responde Enrique- Gracias. Pero, además del vino, vamos a llevar una caja de champagne Chandom brut nature, una caja de sidra Rama Caída y cuatro cocas y cuatro seven up de litro y medio, más un Chivas Regal 12 años de litro”. “Muy bien, ya le traigo todo” dice Raúl y se va al fondo. Se arrima el Tigre y les dice: “Muchachos ¿alcanzará con esa bebi-da? ¿O le agregamos unos vinos más?” “¿Le pido otra cajita?” pregunta Enrique “Si, pedíle una caja más de cada una -responde el Tigre- Si no se toman hoy, queda para los próximos días”. Cuando viene Raúl le pide que le traiga 2 cajas. Va Raúl y se las trae. Le pagan, se saludan entre todos y van a seguir con la recorrida. Continúan con el supermercado y de ahí van a la verdulería-frutería.
Cuando salen con todas las compras, las cargan en la camioneta y el Muro dice: “Listo, muchachos, es hora de un rico aperitivo y de jugar un poco al pool. Vamos al Bar del Club y dejamos para el final lo que falta: unos pollos para el almuerzo y el helado para la noche”. Gran aperitivo daba el Bar del Club, con muchos ingredientes, y los muchachos lo disfrutaron mucho mientras jugaban unos partidos de pool. Enrique y Andrés les ganaron al Muro y el Tigre y estos se hicieron cargo de la cuenta. Cuando miraron la hora el reloj eran la una de la tarde, pagaron y se fueron, a toda velocidad, a buscar el helado y los pollos. Cuando llegaron a José Ignacio, las mujeres los recibieron con un pequeño reto por la tardanza, pero todo quedo aclarado en pocos minutos. (Las explicaciones del Muro fueron convincentes, entre las sonrisas cómplices de los demás).
Las horas pasaron entre la playa y los preparativos, hasta que llegó la hora de comenzar con el fuego y el Muro se hizo cargo de todo. Lo primero que hizo fue armar un fuego bien grande, como para que no le falte braza en ningún momento, dispuso las 2 parrillas de la manera más cómodas que pudo para colocar todos los ingredientes que habían comprado. En una parrilla (la más chica) colocaría los 3 lomos y en la otra los chorizos, las morcillas, las tiras de asado, el vacio y el pechito de cerdo, lo distribuía así porque cada corte llevaba una cantidad de brazas diferentes. El Muro era un excelente asador y los demás fueron muy buenos acompañantes, porque le traían un vinito, algo para picar y le daban conversación para entretenerlo.
Las mujeres y los chicos se encargaron de las ensaladas, las bebidas, los platos, los cubiertos, las copas, las mesas (porque se distribuían una para los mayores y otras para los chicos). Todos debían vestir alguna ropa blanca, porque era la cábala para recibir al Fin de Año, como la noche era maravillosa y hacía mucho calor, la mayoría vestía una musculosa blanca o un short de ese color. Los asadores se encargaron de servir el espectacular asado del Muro y no dejaron que los demás hagan nada, hasta el postre sirvieron junto con el helado. Cuando se venía la hora del brindis, todos tomaron su copa y se cruzaron a la playa para arrancar el Año Nuevo metiendo los pies en el mar. El Tigre sacó la batería de cohetes, cañitas voladoras, rompe portones y fuegos artificiales, que 5 minutos antes de las 0hs, empezó a disparar e iluminar el cielo del Uruguay. No paraban los gestos y gritos de admiración ante cada cañita o fuego artificial que volaban, también, se acoplaron varios vecinos a los festejos y entre todos hacían iluminar el cielo. Hasta que alguien grito: “Son las doce. Feliz Año Nuevo para todos”. Se abrazaron, se besaron y se desearon el mejor Año del mundo entre todos, luego chocaron las copas y se fueron metiendo al mar vestidos como estaban. Después de los festejos en la playa, los muchachos y las chicas, volvieron a la casa a bailar y seguir festejando, mientras los chicos siguieron en la playa disfrutando de la noche estrellada con una hermosa luna. Los brindis siguieron hasta la madrugada, cuando se fueron los últimos que quedaban en pie.
Como siempre, Helena y Enrique fueron los primeros en levantarse y salieron a correr por la playa. Hicieron alrededor de 6 kilómetros, se pegaron un baño en el mar y volvieron para la casa. Los demás estaban desayunando, los recibieron con aplausos y abrazos para felicitarlos por haber podido salir a correr es esa mañana con una noche que fue difícil de sobrellevar. “Dejen de embromar -les dice Enrique- terminen el desayuno y vamos a la playa, el mar y el día están espectacular”. “Tranquilo Enrique -dice el Tigre- ya corriste, se bañaron y ahora descansen un rato. Nosotros nos levantamos, desayunamos, todo despacio porque la playa y el mar no se van, seguirán ahí por mucho tiempo. Vengan tomen un cafecito, unas tostadas, un juguito, charlamos un rato y después, vamos con ustedes a la playa”. “Dale, desayunamos y vamos” le responde Enrique.
Por: Juan Bermúdez - enjuber@hotmail.com
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