EL ESTIGMA DE SER POBRE
Todos los días escuchamos hablar de la pobreza, sobre todo, en épocas de campañas políticas, cuando todos parecen interesarse por estos temas. Candidatos, medios de comunicación, agrupaciones sociales. Sin embargo, como hemos podido ver a partir de los datos estadísticos, esa preocupación no deja de ser simple retórica de campaña. Pocos son los actores de la realidad que siguen ocupándose de la pobreza cuando las campañas cesan y los candidatos son gobierno. Ahí empieza nuevamente un ciclo de esperanza para los pobres, que luego va apagándose lenta pero inexorablemente. Porque la realidad nos muestra que, lejos de disminuir, la pobreza no solo se mantiene en niveles preocupantes, sino que crece, parece inmune a ciertas “lógicas” y toma matices que son preocupantes en términos de la vida social.
La pobreza ha ido cambiando, a lo largo de los siglos de vida social, a la par de los cambios culturales, económicos y sociales. No son los mismos estándares los que imperan hoy, que los de antaño: las necesidades humanas no se medían en la antigüedad con los mismos parámetros que se mide en la hoy.
Y si quisiéramos verlo en términos “espaciales”, lo cierto es que el problema está lejos de circunscribirse a espacios o regiones específicas y tienen una marcada tendencia a expandirse. Todos hemos sido testigos del drama de las migraciones masivas en los últimos años, causadas por las guerras y la persecución política, con un trasfondo de pobreza y marginación. Esa pobreza, que se presenta endémica en algunas regiones, se “traslada” con sus problemas, a otros espacios. Pero no debemos engañarnos: ese cambio geográfico no implica un cambio de realidad. Es de hecho un mismo problema en otra geografía. Y nos encontramos con un elemento que nos abre el panorama a una nueva serie de problemáticas sociales: la marginalidad.
Por supuesto que la marginalidad no es un concepto nuevo, ni tampoco lo es lo que pretende describir. Pero como hace algunos años planteaba el eminente sociólogo Zigmut Bauman, esta categoría nos plantea dificultades pero también oportunidades. El sociólogo parte de una idea de desigualdad, implícita en la cuestión de la pobreza. Este es el eslabón mas débil de la sociedad, el fusible. Esta cuestión casi nunca es valorada por fuera de la cuestión económica; y el dirá que en los debates sobre los peligros que esta genera, siempre se hace foco en el peligro para la ley y el orden, pero no haciendo foco en cuestiones “tan superlativas del bienestar social general como la salud mental y física” de la población. Y no está equivocado. El nivel de la pobreza se mide en función de los ingresos. Vemos entonces que existe un indicador "fiable". Pero este indicador no hace foco en el tema de las consecuencias sociales que la pobreza provoca en una sociedad. La clase política utiliza toda clase de subterfugios para maquillar, cuando es posible o para ocultar sus niveles. Porque muestran no solo el fracaso de la política, sino lo que Bauman denominara el “daño colateral” de sus decisiones. Esta es una expresión del ámbito militar, utilizada para dar cuenta de los efectos no intencionales ni planeados e imprevistos de una decisión. Sin embargo, no recoge algo significativo: que muchas veces esos efectos no solo son previsibles sino que son considerados como un riesgo que “vale la pena” asumir. Es decir, se asume una desigualdad ya existente de derechos y oportunidades, lo que lleva a lo que Bauman plantea como una afinidad selectiva, entre la desigualdad social y la probabilidad de transformarse en víctima de las catástrofes, humanas o naturales. Y esto es lo que nos importa: nos reconozcamos o no en esa imagen de ciudadanos (ciudadanía en tanto expresión clara de la idea de igualdad y libertad que dan base al estado burgués: sean cuales sean nuestras diferencias de riqueza, color, religión, etc todos somos considerados ciudadanos iguales) lo cierto es que de lo antes mencionado, podemos concluir que existen ciudadanos de primera, sujetos de pleno derecho y obligaciones, y ciudadanos de segunda (con suerte) que no solo no pueden hacer uso de sus derechos, sino que aparecen invisibilizados e incluso, criminalizados, correlacionando elementos (pobreza y criminalidad) que no tienen necesariamente relación, pero que devienen de una realidad que tiene en el consumismo extremo propuesto por la economía de mercado y la falta de oportunidades disponibles para los pobres, que sean legitimas pero sobre todo, posibles de obtener.
En la medida en que el sistema político continúe subvirtiendo el concepto de ciudadanía, y siga colocando a los sectores mas vulnerables de la sociedad como elementos prescindibles del tejido social, la política habrá fracasado en lograr su principal objetivo: la verdadera igualdad .
Por: Lic. (Mg) Milena Barada
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