CONOZCAMOS AL DT ENRIQUE PARTE 17

Volvieron de las vacaciones en avión a Montevideo, estaban muy contentos de los días compartidos con los amigos que viven en Colombia, pero como venían las fiestas de Navidad y Año Nuevo, tenían que olvidarse de esos días y prepararse para los días próximos. Faltaban, solo, 2 días para la Navidad, la costumbre de la familia de Helena y Enrique era pasarlas junto a la familia de Argentina en la Ciudad de Miramar y el Año nuevo, se volvían al Uruguay a pasarlo con el Muro, Clau y los chicos. Hacía varios años que compartían las fiestas con la misma gente y este año sería igual. Las familias bajaron del avión para subirse a una combi que los llevo hasta sus casas, se despidieron y se desearon Feliz navidad, para cada uno dirigirse a su casa. Helena, Enrique y los chicos primero cenaron, luego se fueron a descansar, porque a la madrugada siguiente se subieron a la camioneta y partieron rumbo a Argentina para pasar las Navidades. Fueron por ruta hasta la Ciudad de Colonia en Uruguay, luego tomaron el Ferry que los deposito en la Ciudad de Buenos Aires. Cuando bajaron a tierra se dirigieron por dentro de la Ciudad hasta llegar a la ruta 2 que los llevó a Mar del Plata y de ahí, continuaron por la ruta 11 hasta la ciudad de Miramar. Llegaron alrededor de las 16hs y se reencontraron con todos los familiares y los amigos. Las Navidades eran muy divertidas, con mucha alegría y muchos encuentros. Se juntaban, los padres, todos los hermanos y la hermana de Enrique con sus familias, y, también, los primos y tíos. Por el lado de Helena, también, estaban los padres, el hermano y la fa-milia, los abuelos y los primos y tíos. En total, siempre, rondaban las 30 personas. Se juntaban en la casa de los padres de Enrique, cada persona aportaba comida y bebida y se armaba una gran mesa con todo lo necesario para una larga fiesta. No podían faltar el pionono relleno con jamón, palmitos y demás, el vitel toné, el pollo en escabeche con zanahorias, cebolla y pimienta en grano, platos que hacía la mama de Enrique desde siempre. Por supuesto que había muchas fuentes más. También, había uno de sus tíos que era el encargado de comprar los fuegos artificiales, que se tiraban a la medianoche mientras que alguien se disfrazaba de Papa Noel para entregar todos los regalos y ese año le toco a Enrique hacer de Papa Noel. También, sonaban siempre el piano, las guitarras, el acordeón a piano, las congas, el bongo y demás instrumento, haciendo mucha musica, se entonaban muchas canciones, había mucho baile y, por supuesto, largas charlas entre todos. Los festejos eran hasta altas horas de la madrugada, para irse a descansar cuando el sol volvía a aparecer. Helena y Enrique, además de pasar las fiestas, aprovechaban esa semana para rencontrarse con amigos, a tomar un café, a contar anécdotas, a jugar un picadito (en el caso de Enrique) o a compartir historias solamente. Un día viene Martín, un amigo de Enrique, a invitarlo a jugar a la Paleta Pelota, le dice: “Enrique, juguemos como lo hacíamos de chicos. Confío en vos, porque he querido derrotar a esta dupla y hasta ahora no lo he podido con ningún compañero”. Enrique le explico que hacía muchos años que no jugaba, pero que iba a estar en la cancha para acompañarlo, “Vos no te preocupes porque lo que se aprende de chico no se te olvida jamás” le dice Martin riendo. “Bueno, vamos y que sea lo que Dios quiera.” Le responde Enroque y se fueron para la cancha de San Ignacio a jugar contra la dupla miramarense (cuando salían a la cancha, siempre decía Martin: “Vamos pa¨l triunfo, Pá” y se largaba a reír). Enrique siempre recordaba los grandes juegos que habían disputados en la adolescencia y dijo para sus adentros “este no tiene que ser diferente a los que jugábamos de chicos, habrá que jugar con todo para poder acompañar al amigo”. Martin era el que jugaba de zaguero y llevaba la mayor carga del partido, Enrique jugaba de delantero y trataba de acompañar el juego de su amigo. El partido se jugó al mejor de tres, o sea, se jugaba partido, revancha y bueno. Siempre había unos pesos en juego y los ganadores se llevaban todo. El partido fue tremendamente parejo y se definió en el tercer juego para la dupla de Enrique y Martín. Muy felices los muchachos se pegaron un baño, se cambiaron y se fueron para el buffet del club. Enrique recordaba que las milanesas napolitanas con fritas eran abundantes y de las mejores que había probado. Le consultó a su amigo: “Che, Martin ¿todavía hacen las napolitanas como antes?” “Si!!! Eso es lo que vamos a comer, con un buen tinto para acompañar. Invitan los contrarios”. Y se largan a reír. En el Buffet, los esperaba Daniel, otro amigo, quien se levantó a felicitarlos por el triunfo, pero había visto, solo, el partido final. Mientras esperaban que viniese el mozo para tomar el pedido, Daniel, había pedido un vino en la barra, se sirvieron en las copas y brindaron por el triunfo y por la amistad. Mientras cenaban, se les acercaron varias personas a felicitarlo a Enrique por la conquista de la Copa Libertadores con el Club Nacional de Montevideo y varios le preguntaban ¿Cuándo volvía a jugar en Atlético? Enrique agradecía mucho cada saludo que recibía y respondía que toda-vía no, que tenía contrato con Nacional, pero, mientras saludaba, seguía disfrutando de la milanesa napolitana y de sus amigos. Todos los días que pasaban en Miramar los vivían rodeados de familiares y amigos, hasta sus hijos, se encontra-ban con sus primos, con sus amigos y la pasaban muy felices, yendo a la playa o jugar al futbol o, simplemente, se ponían a tocar música. Los días se pasaron rápido y cuando llegó el 30 de diciembre, después de saludar a todos, partieron en la camioneta rumbo a Montevideo. Primero llegaron a Buenos Aires, tomaron el Ferry a Colonia, Uruguay y siguieron rumbo a Montevideo. Al llegar a la ca-sa, cambiaron algunas ropas de las va-lijas, buscaron algunas cosas que querían llevar, cerraron la casa y se subieron a la camioneta para partir rumbo a Punta del Este. El Muro y familia habían alquilado una casa en José Ignacio, lugar que queda a 30 km de Punta del este. Hasta allí llegaron Enrique y familia, donde fueron recibidos, por los amigos, con mucha alegría y cariño. Los esperaban con el almuerzo que comieron con entusiasmo y ganas. Apenas terminaron la comida, los jóvenes se fueron a bañarse a la playa, mientras los grandes hacían el rejunte y lavado de los platos, para servirse un café en la sobremesa para seguir charlando como pasaron la Navidad y los días siguientes. Hablando con el Muro, Enrique recuerda: “Que buenos días pasamos en Punta Cana, parece mentira, pero extraño esos días y a toda la gente. Me hubiese gustado pasar Año Nuevo con todos, ¿no te parece?”. El Muro riéndose le responde: “¿En serio los extrañas? Mejor no los extrañes mucho a ver si aparecen.” En ese momento se escucha que se abre la puerta, y la voz inconfundible del Tigre Benítez grita: “¿Llegaron los Miramarense?” y entran todos los amigos de Colombia, para sorpresa y alegría de Enrique y Helena. Por la puerta entraban: Delia, el Tigre, los chicos y también, Abigail y Andrés. Cuando todos se saludaron, los chicos se fueron a la playa a buscar a sus amigos, entonces Enrique le dice a el Muro: “Sos un guacho, Muro, yo diciéndole que los extrañaba a Uds y él que se ríe y no me dice nada que habían venido”. “Me cagué de risa mientras recordaba, melancólicamente, los días de vacaciones y justo aparecieron todos. Por eso me estaba riendo cuando entraron”. replica el Muro contento de estar todos juntos. El Tigre le cuenta que después de Navidad, querían venir a pasar la noche de Año Nuevo to-dos juntos, entonces Delia, llamó a Clau le dijo nos alquile una casa por una semana, así venían todos y le decían a Abi y Andrés que los acompañen, pero que el 3 de enero se volvían porque el 4 de enero, se tenían que presentar para la temporada, cada uno en su equipo. Enrique le respondió “Nosotros también, el 4 de enero nos tenemos que presentar porque comenzamos la pretemporada. Volvemos a Montevideo y a los pocos días, con el Muro y los demás muchachos, nos venimos a Punta del Este porque aquí es la pretemporada. Tigre, tengo que salir a correr estos días, ¿me acompañas?” “Dejáte de joder Enrique, en unos días voy a estar corriendo como 2 semanas seguidas, mejor, salí con otro, por favor. Ah, ya sé, decíle a Andrés para ir a correr. Él no te va a decir que no”. Enrique lo mira y le dice: “Te estás poniendo vago, eh. Ojo que así hacen los que no quieren jugar más”. “Seguro, Hermano, que ando cerca del final”. Y se van juntos para la cocina a conversar con los demás. (continuara) Por: Juan Bermúdez - enjuber@hotmail.com

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