UN GRAN COLONIZADOR LLAMADO GORRIÓN
Resistente, desconfiado, audaz. Es bien conocido el notable poder de adaptación de los gorriones a diferentes climas y regímenes alimentarios. También es proverbial su fecundidad y longevidad que fueron clave para que pudieran colonizar casi el mundo entero.
Es una creencia generalizada que fue Sarmiento quien introdujo gorriones al país- ya que son aves oriundas de Europa, este error surge porque fue durante su presidencia alrededor de 1870, el cervecero suizo-alemán Emilio Bieckert, propietario de una quinta en la ciudad de Buenos Aires y de un campo en el partido bonaerense de San Martín, introdujo unas veinte parejas que trajo de Europa con la idea de combatir al “bicho canasto” que entonces asolaba huertas y jardines. Pero cuando los pájaros llegaron al puerto de Buenos Aires, Bieckert se mostró disconforme con las exigencias aduaneras vigentes y la cuarentena que debían cumplir sus gorriones, y allí mismo los liberó. De cualquier manera no debe pensarse que fue esta la única introducción de gorriones, es posible que haya habido otras casuales, así por ejemplo el jesuita catalán José Jolís (1728-1790) dijo haber visto gorriones en naves que partían hacia América, que se alimentaban a bordo y desaparecían en cuanto las embarcaciones llegaban a tierra firme.
Para describir al gorrión podemos decir que la ciencia lo llama “Passer domesticus”, es un ave de 13 centímetros de largo desde el pico hasta la cola, el dorso veteado de castaño y negro, ventral blanquecino, pico cónico con base amarillenta y extremo grisáceo, patas grisáceas, alas negruzcas con filete alar blanco y bordes pardos. Se diferencian por sexos: el macho tiene corona y frente de color gris, collar castaño en la nuca y babero negro. La hembra no tiene babero ni collar y presenta una leve ceja post ocular color crema, la parte dorsal es parda, estriada de castaño y negro, los gorriones juveniles son similares a las hembras hasta adquirir su plumaje definitivo.
Se alimentan de lo que encuentren, son omnívoros, ingieren semillas de pastos y otras plantas, brotes, insectos y desechos domésticos. Son oportunistas, ruidosos cuando andan en bandadas, si avanzan por el suelo lo hacen dando saltitos. Crían desde septiembre a febrero, el nido es una estructura globosa hecha de hierbas, paja, pequeñas ramitas, plumas, pelos, hilos, plásticos. Lo ubica en aleros, huecos, árboles, es bastante frecuente encontrarlo anidando dentro de viejos nidos de horneros ya abandonados. La hembra deposita entre cuatro y cinco huevos blanquecino-grisáceos con manchitas pardas y grises, la incubación dura entre once y catorce días, dependiendo de la temperatura ambiente, incuban ambos padres, se turnan, así como también ambos se ocupan de alimentar a sus pichones, los cuales nacen ciegos y sin plumas, durante los primeros dos o tres días las crías consumen principalmente insectos como pulgones, gorgojos y orugas que les proporcionan la cantidad de proteínas necesarias para crecer sanos y fuertes. Los gorriones no son aves migratorias, ellos residen siempre en su área de distribución.
Aunque son más esquivos y desconfiados que las palomas, los gorriones también suelen acercarse a la palma de la mano que les brinda alimento. No son aves de jaula porque ni la coloración de su plumaje ni su voz resultan atrayentes para los carceleros de pájaros.
Fuera de la época de cría se vuelven bulliciosos e inquietos, sobre todo cuando se disponen a pernoctar en conjunto, quizás por eso Borges al recordar su infancia, llamó “conventillo de gorriones” a una alta palmera que había en el jardín de su casa.
En temporadas en que solía verse más cantidad de gorriones y por tratarse de una especie exótica, se temía que pudieran afectar a las aves nativas, especialmente a los chingolos, cuya alimentación y distribución es muy similar, sin embargo esto no ha ocurrido, por lo que el gorrión pasó a ser un ave aceptada y conocida por todos, aunque no le fue fácil, corría el año 1919 cuando los gorriones llegaron a Malvinas en cuatro buques veleros procedentes de Montevideo. En ese mismo año, su abundancia en Buenos Aires causaba cierta preocupación, quizá por eso una curiosa ordenanza municipal fechada el 25 de noviembre de ese año (1919), todavía vigente, prohibió la venta de pájaros muertos y su consumo en ” hoteles, restaurantes, fondas y demás casas y sitios donde se sirva comida al público”, pero exceptuó solamente al gorrión y a la torcaza. En Europa, continente de donde es nativo, se lo solía cazar para comerlo y también como una cruel diversión, hasta los reyes se entretenían con ese incomprensible pasatiempo: se cuenta que Isabel de Borbón (1603-1644), primera esposa del rey de España Felipe IV, muy aficionada a la caza, disparó su arma contra cinco gorriones logrando matar a cuatro de ellos, la “proeza” de la reina fue festejada hasta con una obsecuente poesía que no vale la pena transcribir. En el siglo XVIII el rey Felipe V afirmaba: “pasaría desde el alba hasta la noche en la ventana disparando contra los gorriones”, demostrando su ineptitud como gobernante.
Como contrapartida, el poeta Juan Ramón Jiménez, en su famoso “Platero y Yo” dedica un capítulo a los gorriones donde los llama “mis dulces hermanos”.
Así, sin prisa y sin pausa, amado o aborrecido este pájaro mostró sus singulares dotes de colonizador. Hoy en nuestro país casi no hay ciudad o pueblo, por distante que sea, que no cuente con gorriones que conviven armoniosamente con nuestra fauna nativa.
Por: Bibiana Manfroni
Bibliografía: Aves Argentinas. Revista de Naturaleza y Conservación N° 26. Nota de Raúl Carman. Guía de Identificación de Aves de Argentina y Uruguay. Narosky- Yzurieta. Nidos y Huevos de Aves Argentinas. M. de la Peña.
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