CONOZCAMOS AL DT ENRIQUE. PARTE 16

Fueron llegando todos a la playa para ir a desayunar. El Tigre se arrima a Enrique y le dice: “Che, hoy tenemos que volver al Casino. Anoche nos fue muy bien. Como quedan pocas noches para irnos, tenemos que repetir la salida de ayer. Me quedé con ganas de jugar a los dados, me tengo mucha fé con ellos. Se que vamos a romperla y ganar mucho. -riendo- ¿Vamos esta noche a reventar el casino?” “Está bien Tigre - dice Enrique – te acompaño y, seguro, debo llevar la cábala, ¿no?, porque anoche nos fue bastante bien con ella y la pasamos muy bien.” “Pues claro, che, eso no se pregunta” continua el Tigre. Durante el día hicieron deportes y disfrutaron de una tarde de playa y sol. Al llegar la noche, los matrimonios fueron al Casino, mientras las chicas y chicos iban al boliche. Al entrar en el Casino algunos comenzaron a jugar a la ruleta, otros al Black Jack o a las máquinas. Jugaron un buen rato a la ruleta, hasta que El Tigre lo llama a Enrique y le dice: “Voy a jugar a los dados. Acompañame, por favor. Trajiste la cábala, ¿no?” “Si, Tigre, como no la voy a traer.” Se ríe Enrique. La cábala consistía en una pieza del bikini de Helena que Enrique había traído la noche anterior, porque cuando se dirigía al casino a encontrarse con los demás, una chica que trabaja en el Hotel, lo llama y le da una prenda que se la había olvidado a su esposa en la máquina del secado, como Enrique ya iba para el casino, se la guardo en el bolsillo. Cuando salieron con unos cuantos pesos en los bolsillos, Enrique le hizo conocer al Tigre que llevaba la prenda en el bolsillo y que era la prenda la que le había traído suerte. El Tigre lo miro extrañado por lo que le contaba, pero enseguida se dio cuenta de que la prenda que tenía Enrique era la cábala para volver al día siguiente. Como buenos deportistas y cabaleros no podían olvidársela. Juntos se dirigen hacia la mesa de dados, observan el juego un rato, hasta que le llega el turno a El Tigre de tirar los dados. Toma los dados los sopla mientras los bate en la mano izquierda, antes hace su apuesta de 100 dólares en la base, mientras Enrique apuesta 200 dólares por fuera. En su primer tiro larga un 7, es decir un 3 en un dado y un 4 en otro, ganaron la apuesta. El Tigre suelta una sonrisa al ver la cara extrañada de Helena, en-tonces dirigiéndose a ella le dice: “Te explico el juego: se puede ganar en la primera tirada si saco un 7 o un 11, pero puedo perder si tiro un 2 o un 12. Si en vez de esos números tiro cualquier otro número, ya sea un 8, 6, 3 u otro, debo buscar repetir el número, si en esa búsqueda saco un 7, pierdo y los dados pasan a otro tirador”. “Ok, voy a mirar como jugas” responde Helena con cara de intriga. Como El Tigre había tirado un 7 en el primer tiro, ganó, entonces sumó 100dl a la base y Enrique recibió 200 dl. Dejaron todo el dinero como apuesta. El Tigre agarró los dados, los agitó y volvió a tirar, sacó un 11, volvieron a ganar. Festejaron los muchachos y dejaron todo el dinero como apuesta. Volvió a tirar El Tigre y sacó un 8, al sacar este número se puso tensa la situación porque con un 7 perdían, tiro los dados y sacó un 4. Volvió a tirar y esta vez sacó un 8 ganador. Sin tocar las apuestas que se iban incrementando, tiró los dados en un par de ocasiones más, ganando en todas. Enrique lo mira y le dice: “Tigre, ya ganamos bastante. Toma las fichas de la base y nos retiramos.” “Estoy en racha, Enrique.” Responde El Tigre. “Ya sé Tigre -responde Enrique-, vos seguí tirando, pero sacamos unas fichas de la apuesta.” Le pide nerviosamente Enrique porque veía que había muchas fichas y de gran valor. Así lo hicieron y Enrique guardo todas las fichas en los bolsillos. Hicieron una apuesta como al principio, más bien pequeña pero El Tigre tomo los dados, volvió a tirar y sacó un 7, ganaron otra vez. Ya la gente se había acercado a mirar, algunos apostaban a favor y otros en contra. El Muro, Andrés y las mujeres se pusieron a alentar. Tiró los dados, otra vez y volvió a sacar un 7, ganó entre los aplausos de los curio-sos. Enrique, volvió a guardar más fichas y dejar algunas como apuesta. El Tigre bate los dados, sopla su izquierda, dice riéndose: “Enrique, último tiro porque me quiero ir ganador.” También riéndose Enrique le contesta: “Como siempre Tigre querido. Nunca jugamos pensando en la derrota. Siempre fuimos a triunfar. ¿No es cierto, Muro?” “Por supuesto, muchachos. Reventa el paño, Tigre”. Y jugaron 1.000.- cada uno. El Tigre sopla y agita los dados en su mano izquierda, cuando cree necesario, los larga sobre el paño: sale un 4, es decir, un 1 y un 3. Ahora era buscar el 4 y que no salga el 7. Tira los dados, sale un 6. Vuelve a tirar y sale un 10. Tira otra vez un 9. Se acerca Enrique, le hace tocar la cábala y le dice: “Ahora, tira un 4 y nos vamos”. Le pega una palmada en la espalda. El Tigre toma los dados, los sopla, los agita y los tira. Ruedan por el paño y quedan clavados en el número 2. “Cuatro” gritan todos. Saltaron de alegría, se abrazaron y se felicitaron, habían ganado. El Tigre y Enrique tomaron todas sus fichas y juntos con todos sus amigos se fueron a festejar a la barra que estaba al lado de la pileta. Después, fueron a cambiar las fichas y a depositar el dinero en la caja fuerte del Hotel. “Che Tigre, con toda esta plata que ganamos, pagamos las vacaciones de todos por 15 días más”. Dice Enrique y se largan a reír todos. “Es verdad, pero ojalá pudiéramos quedarnos 15 días más” responde El Tigre. El Chonto toma la palabra y les dice: “La verdad, son unos afortunados muchachos, juntar semejante cantidad de fichas se los dice todo, pero ahora viene lo más difícil, es decir que no aparezca “la codicia”, esas ganas de seguir ganando plata sin mucho esfuerzo, esa tentación que nos hace creer que somos siempre ganadores y salgamos disparados a seguir cosechando triunfos donde solo hay especulación, juego, destrucción y enfermedad. Lo digo con conocimiento porque hubo una época en que caí en la facilidad que tiene el juego para darte triunfos para caer en la desgracia de jugarlo todo, por suerte y le agradezco muchísimo a mi mujer porque me ayudo para salir de ahí adentro, del juego que te hace ganar el dinero fácil, pero, también, te quita todo.” Todos se asombraron de la revelación de Chonto, quién se veía sincero en lo que decía. “Gracias Chonto - responde El Tigre – por contar tu experiencia, nosotros no vamos a caer en esa, aunque sabemos que es muy tentador ganar la plata muy fácil como lo hicimos hoy.” “Si, Chonto -dice Enrique- la ganamos muy fácil, pero hasta aquí llegamos, mañana será otro día y andaremos en otra cosa, pero muchas gracias Chonto por tu consejo.” Siguieron charlando mientras se sucedían los brindis. El Hotel tenía una hermosa cancha de golf, que fueron aprovechadas por las familias de Enrique y El Muro jugando partidos muy divertidos. Como todos jugaban bastante bien al golf, salieron al campo en varias oportunidades. Andrés, Rómulo y Remo fueron los que se pusieron a aprehender a jugar y en pocos días pudieron salir a recorrer los 18 hoyos. La cancha era muy bonita, con excelentes greens, varios bunkers de arena, arboles, lagunas y arroyos y, como en las islas del caribe el viento siempre jugaba un papel importante, lo que hacía que la cancha sea más difícil al momento de golpear la pelota. Varias veces pudieron jugar, porque los días eran muy propicios para la práctica del golf. También pudieron divertirse jugando al tenis y al pádel, andando en bicicleta y nadando en las piscinas o en el mar. Llego el día en que las vacaciones se terminaron, habían pasado días maravillosos practicando muchos deportes, sobre todo los jugadores, para así mantener un buen estado físico y no llegar demasiado fuera de forma a la pretemporada. Cuando partían, saludaron a todo el personal del Hotel, se despidieron de todos los amigos que habían hecho durante la estadía y las combis los llevaron al aeropuerto, en donde los esperaba el avión del Jefe, para llevarlos de regreso a la ciudad de Cali en Colombia. Llegados a la Ciudad de Cali, se separaron los amigos. Las familias del Tigre y el Chonto, junto a Andrés y Abigail, se quedaban en Colombia, mientras que las familias de El Muro y Enrique permanecieron en el aeropuerto para tomar el avión que los llevaba a Montevideo, Uruguay. Se despidieron con todo el afecto, el agradecimiento de haber compartidos hermosos días de vacaciones y el cariño de tener una amistad duradera en el tiempo y el espacio. Se desearon suerte y promesas de verse pronto. Por: Juan Bermúdez - enjuber@hotmail.com

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