CAMBIA, NADA CAMBIA…

Actualmente, somos testigos de un mundo en constante cambio. En las últimas décadas, hemos sido testigos de una innumerable cantidad de transformaciones a nivel mundial que asombrarían a mas de un autor de ciencia ficción. Asimismo, esas transformaciones parecen haberse acelerado de tal manera, que parecemos incapaces de enfrentarlas. Y mucho menos, anticiparlas. Por supuesto que esto no inhabilita el deseo humano de hacerlo, y que en esa anticipación, vayan también las posibilidades de resolverlas. Esto es particularmente cierto en el caso de las crisis políticas y económicas, las cuales parecen repetirse con mayor asiduidad. A inicios de siglo pasado, las crisis se producían en algún país en particular y la creciente (pero incipiente aún) interrelación del sistema económico mundial hacía que tuviera distintos niveles de resonancia en algunos países o regiones, según fuera el vínculo con aquel. Sin embargo, a partir de la Primera Guerra Mundial, los efectos de las crisis en general, comenzaron a tener dimensiones globales. Este fue el caso de la crisis de 1929, que afectaría a los Estados Unidos y, a la mayor parte de occidente. Con el correr de los años, el desarrollo de la economía mundo y los crecientes niveles de relaciones internacionales han implicado que el impacto de las crisis en los países tengan siempre coletazos de distinto tenor en todo el sistema económico mundial. Si atendemos a las crisis posteriores a la Segunda Guerra Mundial, veremos que cada una de ellas afectó el funcionamiento del sistema en su conjunto. Pero también podemos observar que cada país ha enfrentado esas crisis de distinta manera, no solo en virtud de sus recursos, sino también en virtud de sus capacidades. En nuestro país, y a fuer de ser sinceros, en nuestra región, estas crisis son moneda corriente. Y esto nos lleva al siempre presente tema del desarrollo y su conato, el subdesarrollo. Ya sea que consideremos al desarrollo como crecimiento; como estado, etapa o situación, y como cambio estructural global, lo cierto es que este concepto nos permite concebir el subdesarrollo como parte del proceso histórico global de desarrollo; tanto el subdesarrollo como el desarrollo son dos aspectos de un mismo fenómeno, ambos procesos son históricamente simultáneos, están vinculados funcionalmente y, por lo tanto, interactúan y se condicionan mutuamente, dando como resultado, por una parte, la división del mundo entre países industriales, avanzados o “centros”, y países subdesarrollados, atrasados, o “periféricos”; y, por otra parte, la repetición de este proceso dentro de los países subdesarrollados en áreas avanzadas y modernas, y áreas, grupos y actividades atrasadas, primitivas y dependientes. El desarrollo y el subdesarrollo pueden comprenderse, entonces, como estructuras parciales pero interdependientes, que componen un sistema único. Desde esta perspectiva podríamos decir que el subdesarrollo no sólo está vinculado con el desarrollo, sino que bien podría ser su contracara, la imposibilidad de alcanzarlo o su fracaso; que su causa sería una deficiente matriz productiva, y una fuerte dependencia del sistema económico; que sus consecuencias son el retraso y la marginación de grandes porciones de población. Por otra parte, el desarrollo no puede significar una meta que alcanzar, la cual una vez lograda nos garantiza la mejora de la calidad de vida de toda una población o en términos de Amartya Sen, la libertad. Pues como hemos visto, aun dentro de los propios países desarrollados podemos encontrar áreas en las que el desarrollo parece no haberse alcanzado. Tampoco se lo puede considerar como una “receta”, en que los ingredientes y procedimientos están muy claros y que, con solo repetirla, se obtendrán los mismos resultados. Sin embargo, hemos visto a lo largo de la historia enorme cantidad de intentos de “aplicar” esas recetas y fracasar estrepitosamente. Quizás la respuesta sea encontrar un propio camino al desarrollo. La última gran crisis que azotó al mundo (Covid-19) mostró las vulnerabilidades del subdesarrollo pero también los límites del desarrollo…. Por: Lic. (Mg) Milena Barada

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