BUENAS NOTICIAS PARA EL ELEFANTE MARINO. PARTE 1
En un reciente estudio realizado por la Dra. Marcela Junín, investigadora de la Fundación Azara, se pudo constatar que esta especie de Pinnípedo está aumentando su presencia, especialmente en las costas de la provincia de Buenos Aires.
La presencia del Elefante Marino Mirounga leonina (Linneaus, 1758) en las áreas costeras, se relaciona en forma directa con la fidelidad al sitio y rango de dispersión. Se han registrado históricamente individuos en un amplísimo rango de costa desde la latitud de Islas Malvinas hasta el norte de Brasil, la permanencia en tierra se limita a pocos días y se relaciona con la muda de piel o con periodos de descanso muy breves.
La costa bonaerense ha sido observada desde el siglo XVI como asentamiento de grandes apostaderos de pinnípedos y su historia de distribución fue documentada por cartógrafos y exploradores. En 1748, el Padre Jesuita José Cardiel recorrió 400 km de costa bonaerense entre Claromecó y Punta Rasa, mapeando asentamientos de estos animales. Alcides d’Orbigny registró las colonias de lobos y presencia de elefantes en la desembocadura del Río Negro y en las costas marplatenses en la cual existieron colonias reproductivas de lobos marinos, que desaparecieron hace 300 años aproximadamente. Lahille y Ameghino ya no las registran, describiendo únicamente los apostaderos invernales. Después de la explotación exhaustiva de la que fue objeto la especie, especialmente en el apostadero continental de Punta Norte e insular de las Islas Georgias, con la dramática caída consecuente de su número poblacional, el elefante marino no era considerado como de presencia habitual en la provincia de Buenos Aires y los registros previos rescatados de la bibliografía consideraban a la misma como no habitual y errática. La explotación fue de tal magnitud que solo quedaron muy pocos ejemplares en Punta Norte.
El Elefante Marino del Sur, Mirounga leonina, es la especie de mayor tamaño entre los pinnípedos y el fócido (focas) con mayor dimorfismo sexual (diferencia de tamaño entre machos y hembras). Los machos pueden alcanzar 3.000 kg y medir 6 m, en tanto que las hembras apenas pasan de los 3 m como máximo.
A partir de los 3 años de edad los machos desarrollan su trompa o probóscide, de donde deriva su nombre de “elefante” ya que cuando el macho la infla en actitud desafiante incrementa su tamaño debido a la congestión vascular y al aire que guarda en la misma. En el cráneo del macho hay una estructura muy fuerte y especial para sostener la probóscide de la cual carece el cráneo de la hembra que es más delicado y pequeño.
Su apariencia es fácilmente identificable cuando aparecen en la costa, ya sea apartados o mezclándose en los apostaderos de lobo marino de un pelo. El pelo de los elefantes marinos es color azabache al nacer y luego se aclara hasta el color del adulto, que es un grisáceo dorado.
Su vida transcurre entre la tierra en la que se reproduce y muda de piel, y el agua en donde se alimenta. Es un excelente nadador y buceador, por lo que recorre grandes distancias logrando desplazarse 60 a 100 km en un día. Por lo cual no llama la atención la cantidad de registros remotos que existen, a muchos miles de kilómetros de su área de distribución y hasta bajas latitudes cercanas al Ecuador, los que más se alejan suelen ser machos adultos o subadultos. Aparece, incluso, a varios kilómetros lejos de la costa o, excepcionalmente, en cuerpos de agua dulce o márgenes de ríos.
Su población mundial se ha incrementado sin pausa desde el cese de su explotación y oscila entre 650.000 y 750.000 animales, presentando en algunas regiones un marcado descenso en el número mientras otras, como el caso de la Península Valdés, se encuentran en franco aumento.
La muda de pelaje en esta especie se describe como “catastrófica”. En pocos días el total de su capa epidérmica superficial con su pelo se desprende en grandes parches. Las hembras mudan de diciembre a febrero y los machos más tardíamente, ya que se pueden ver individuos en muda hasta marzo y abril. En este periodo el individuo pierde su capacidad de termorregulación por lo cual sale a la costa y permanece los días necesarios para que su pelaje nuevo se encuentre completo.
La explotación comercial irracional ha diezmado a esta especie pero, afortunadamente la misma ha cesado desde hace varias décadas, aunque esa no fue ciertamente la época de más riesgos ni la única de conflicto entre esta especie de mamífero marino y la especie humana. El Elefante marino del sur, así como el del norte (Mirounga angustirostris) enfrentan problemas de conservación particulares, que se agudizan por la vulnerabilidad inherente a la condición de posicionarse en el tope de la red trófica y por una baja tasa reproductiva, así como su crecimiento lento y maduración tardía.
Actualmente con el desarrollo del uso sostenible (tu-rístico y educativo) y las leyes de protección a la especie y su hábitat, podría pensarse que no existen problemas de conservación, sin embargo se encuentran en franco aumento otras interferencias perjudiciales entre las que sobresale el uso avasallante de tecnologías de explota-ción de recursos naturales en los ambientes costeros y oceánicos, lo que determina perjuicios indirectos por sobrepesca y artes de pesca inadecuadas, urbanización y asolamiento de las costas y contaminación.
Por: Museólogo Daniel Boh - Museo Punta Hermengo
museomiramar@fundacionazara.org.ar
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