LA LINOTIPO, LA OCTAVA MARAVILLA
Una de las piezas más interesantes que posee el Museo de Historia es una máquina linotipo, que fue usada por años en el periódico local Crónica.
La misma se hallaba en un pasillo de la Escuela de Educación Media Nº1 y fue llevada ahí por el último dueño de ese semanario. Este extraordinario y complejo equipo fue adquirido por el Sr. Reynaldo Aón Rossi en 1944 para dar comienzo a su emprendimiento periodístico que nos acompañó hasta hace pocos años luego de haber pasado por varios propietarios como Pedro Clemente y la sociedad de Fortunato Wahnon y Roberto Hirsch. A fines de los años 90 la linotipo, de origen estadounidense, siguió trabajando hasta que la tecnología cambió los métodos y costos de la impresión.
Debido a su gran peso, más de 1500 kilogramos, fue necesario el auxilio de equipo vial y personal de la Municipalidad para poder llevarla hasta las instalaciones del Museo Municipal. Es interesante recordar que en el mismo ya se exhibe una impresora tipográfica de gran tamaño, por lo que el oficio del “imprentero” o el editor de periódicos queda muy bien representado en la muestra.
Con este tipo de máquina se realizaba automáticamente la composición línea por línea de los textos a imprimir, lo que permitió aumentar la velocidad en la edición de los diarios y otras publicaciones. Si bien fueron diseñadas a fines del siglo 19, revolucionaron la técnica de la impresión y llegaron a ser usadas hasta los años 70 en los grandes diarios capitalinos y hasta hace pocos años en los pequeños periódicos de pueblo. Además, se necesitaba personal adiestrado para su correcto funcionamiento, que posiblemente haya empezado el oficio desde muy joven.
Sus orígenes
El inventor fue el relojero Ottmar Mergenthaler nacido en Alemania en 1854 y que emigró muy joven a Estados Unidos, donde desarrolló su carrera profesional. También se lo conocía como el segundo Gutenberg, debido a su máquina.
En 1886 fue cuando perfeccionó y comercializó el invento (tras más de 50 patentes) que estaba destinado a revolucionar el sector de las artes gráficas: la linotipia, que permitía mecanizar la composición del texto para su impresión, lo que facilitaba y aceleraba todo el proceso.
La linotipo es parecida a una máquina de escribir pegada a una fundición, con un teclado de 90 caracteres que produce una línea completa de tipografía en metal en vez de tener que componerla de modo manual, letra por letra. De ahí su nombre, que proviene de «a line of type».
El impresor tecleaba un texto y la máquina agrupaba los moldes o matrices en una línea. Esa línea se fundía en una sola pieza de plomo caliente, que podía ser refundida y utilizada de nuevo en otra impresión.
El invento de Mergenthaler se convirtió en el estándar de la industria, especialmente en la publicación de periódicos, revistas, etc. que vivieron una auténtica edad de oro durante finales del siglo XIX y principios del XX. Gracias a la linotipia, los periódicos se convirtieron en medios de comunicación de masas, ya que la automatización de la impresión permitía que se pudieran publicar miles de ejemplares diarios, con pocos operarios y a bajo costo.
La linotipia estuvo en actividad hasta los años 60 del siglo XX, cuando fue sustituida por la impresión de litografía offset y la composición electrónica.
Consecuencias para la salud
Los tipos estaban compuestos de una aleación de plomo inorgánico, estaño y antimonio, que se funde a una temperatura de 300 a 550 °C. Es un material muy tóxico, especialmente el plomo que provocaba el “saturnismo” una enfermedad típica de los que usan este tipo de elemento. Aunque los trabajadores intentaban paliarlo bebiendo leche, la mayoría solían morir con enfermedades relacionadas con este material, además ahora se sabe que la leche contribuye a su absorción.
Otro peligro también era cuando estas máquinas se atascaban, por lo que el plomo fundido salía disparado y podía quemar a los trabajadores. Esto era conocido también como proyecciones de plomo.
Así como otros objetos que se conservan en el museo, la linotipo de Aón Rossi es parte de nuestro pasado y un ejemplo de la evolución de las tecnologías en diversas actividades.
Por: Museólogo Daniel Boh - Museo Punta Hermengo
museomiramar@fundacionazara.org.ar
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