¿EDUCACIÓN A DISTANCIA O EDUCACIÓN DISTANTE?


 

A menudo, como parte de las preguntas que nos agobian como sujetos sociales, nos preguntamos acerca de la escuela, de la educación y de todo lo que tiene que ver con el universo educativo, casi como si estuviéramos ya al margen de esas cuestiones. Cuanto más adultos, más alejados creemos estar de ese mundo de libros, cuadernos y lapiceras. Pero cuando nos convertimos en padres, esas cuestiones comienzan a reaparecer en nuestra vida cotidiana, como un nuevo capítulo. Pero ya no somos nosotros quienes somos parte de ese universo, son nuestros hijos. Y naturalmente creemos, como si fuera una ciencia exacta, que ya sabemos de qué se trata, pues ya estuvimos ahí.
Todas las sociedades necesitan, para seguir existiendo, cultivar entre sus miembros las habilidades físicas e intelectuales necesarias para cooperar eficazmente y con esto, garantizarse su permanencia. Para hacerlo, se ha requerido un alto nivel de formalización de las estructuras destinadas a garantizar que esas habilidades se logren. La experiencia educativa es, aquella en la que se espera que desarrollemos las disposiciones generales necesarias para participar como miembros competentes de la vida en sociedad. Estas marcan un límite entre el estar "dentro" o fuera” de la sociedad . Y esto ha sido así desde siempre, solo que no siempre de la misma manera. La escuela no siempre fue el espacio por excelencia en el que se producía el cultivo de esas habilidades necesarias para que la sociedad continuara existiendo. Y he aquí un elemento distintivo de la modernidad: la existencia “universal” de un ámbito en el que se desarrolla esa acción: la escuela. A partir del momento en que este proceso de formalización comenzó, la educación del ser humano dejó de estar librada a la familia, o al grupo cercano, para pasar a estar bajo el amparo de una institución que tiene como razón de ser, educar. Sin embargo, el contexto de pandemia de los dos últimos años, ha supuesto un cambio drástico en la modalidad en que esa formalización ha podido alcanzar a los alumnos. Pareciéramos haber sido librados de nuevo a nuestras familias, con el plus de también estar supeditados al rol de un Estado que es quien habilita los contenidos y establece las modalidades de promoción de los saberes. Esta especie de “doble imposición” ha mostrado ser compleja, difícil y dudosa.
La escuela, como el resto de las instituciones sociales, ha ido cambiando a la par de la sociedad a la que busca educar. En ese sentido, la educación es el reflejo de la sociedad. Y en la actualidad, la imagen que la educación nos devuelve es la de una sociedad fragmentada, en la que la pretensión de una sistematicidad se diluye frente a las dificultades que supone un contexto socioeconómico de gran desigualdad. El rumbo errático del sistema educativo, que ha pasado de una modalidad a distancia, a una semipresencial, no ha hecho mas que desnudar las dificultades de nuestro sistema educativo en dar respuesta a una sociedad agobiada por la crisis económica, política y social, que desde hace años nos aqueja. La pandemia ha permitido sincerar cuestiones tan complejas como la desigualdad en el acceso a bienes públicos tan críticos como la escuela. La “domicialización” de la escuela ( es decir, la idea de que se traslada el ámbito de trabajo del aula al hogar) es por demás difícil para quienes no tienen domicilio. Si a eso le sumamos la disponibilidad de materiales, de los medios tecnológicos necesarios para los aprendizajes, la imposibilidad de un acompañamiento o incluso tutoría, la comodidad del espacio de trabajo el panorama se complejiza aún mas.
Ahora bien, la educación no solo comporta la cuestión de la formación del ser humano en tanto ser social, y competente para la vida en sociedad, es decir, ser ciudadanos. Belgrano afirmaba en relación a la escuela que es: «de donde saca el ciudadano los primeros gérmenes que desenrollados en la edad madura producen la bondad o malignidad, y hacen la felicidad o infelicidad de la causa común». Aparece aquí, claramente, el doble objetivo y un ideal. Sin embargo, así como ese ideal de hombre al que Belgrano se refería ha ido mutando, también lo ha hecho el de ciudadano. Y en este contexto de pandemia, donde el alumno aparece fragmentado en su vinculación no solo con la escuela, sino con la educación en sí, debemos preguntarnos qué tipo de ciudadano esperamos: la escuela es un espacio colectivo, un espacio de lo común. Para los chicos y para los maestros, la falta del aula presencial produce una ausencia de otras voces, y está generando una mayor individualización del trabajo pedagógico y del acceso a los saberes. Esto nos abre el interrogante sobre cómo una sociedad con estas problemáticas podrá resolverlos con ciudadanos que se están formando en esa realidad social de individualismo, falta de acceso y retraso tecnológico. Sin dudas, esta será una cuenta pendiente, que será saldad a futuro, y no sin dolor…..
Por: Lic. (Mg) Milena Barada

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