PARA RECAPACITAR XVI
Manual de Vida de Epícteto (35 d. c a 135 d.c)
Cuidado con las compañías
Al margen de lo que los demás pretendan, puede que en realidad no vivan siguiendo valores espirituales. Vigila con quién te relacionas. Imitar los hábitos de quienes tratamos es humano. Sin advertirlo, adoptamos sus intereses, opiniones, valores y manera de interpretar los acontecimientos. Hay mucha gente que, aun con buena intención, sigue teniendo una influencia perjudicial sobre ti porque no sabe distinguir entre lo que merece la pena y lo que no.
El mero hecho de que la gente sea amable contigo no significa que debas pasar el tiempo con ellos. Que te busquen y se interesen por ti v tus asuntos no quiere decir que debas relacionarte con ellos. Sé selectivo a la hora de hacer nuevos amigos, colegas y vecinos. Todas esas personas pueden tener efectos sobre tu destino.
El mundo está lleno de semejantes agradable y con talento. La clave es asociarse sólo con personas que te eleven, cuya presencia saque lo mejor de ti mismo. Pero recuerda que la influencia
moral es una calle de doble dirección, y por eso debemos asegurarnos de que nuestros pensamientos, palabras y actos constituyan una influencia positiva en aquellos con quienes tratamos. La verdadera prueba de la excelencia personal radica en la atención que prestamos a los pequeños detalles de la conducta, la cual con tanta frecuencia descuidamos.
Debemos preguntarnos regularmente: «¿Cómo son los pensamientos, palabras y actos que afectan a mis amigos, mi esposa, mi vecino, mi hijo, mi patrono, mis subordinados, mis conciudadanos? ¿Estoy poniendo algo de mi parte para contribuir al progreso espiritual de todos aquellos con quienes estoy en contacto?» Haz tuya la empresa de sacar lo mejor de los demás predicando con el ejemplo.
Cuida tu cuerpo, pero no hagas alarde del mismo
Respeta las necesidades de tu cuerpo. Prodígale los mejores cuidados para promover su salud y bienestar. Dale absolutamente todo lo que necesite, con
inclusión de comida y bebida saludables, ropa digna y un hogar cálido y confortable. Sin embargo, no utilices tu cuerpo como una ocasión para la exhibición o el
lujo.
Abstente de defender tu reputación o tus intenciones
No tengas miedo de los insultos ni de las críticas.
Sólo los moralmente débiles se sienten obligados a defenderse o explicarse ante los demás. Deja que la calidad de tus actos hable en tu nombre. No podemos controlar la impresión que los demás se forman de nosotros, y esforzarse por hacerlo sólo degrada el carácter.
Así pues, si alguien te dice que una persona determinada te ha estado criticando, no te molestes en excusarte o defenderte. Limítate a sonreír y responde: «Supongo que esa persona no conoce mis demás defectos. De no ser así no habría mencionado sólo esos».
Por: Héctor Cobas - hectorco@infovia.com.ar
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