ÁNGELES DE ESTE MUNDO: FLAMENCOS
Integran el elenco de muchas leyendas indígenas, se dice también que una bandada de flamencos levantando vuelo inspiró al general José de San Martín en la elección de los colores de la bandera peruana, como si esto no fuera suficiente, el naturalista Guillermo Hudson los encontraba parecidos a ángeles celestiales por la deslumbrante coloración y su peculiar aspecto que desde siempre han seducido a la humanidad.
En lo referente a las leyendas indígenas, cuentan los matacos que el pico quebrado y el tono sanguíneo del plumaje son secuelas de sus infortunadas disputas con las chuñas y caranchos, en cambio la mitología tehuelche reserva al flamenco un papel más decoroso: aseguran que fue uno de los animales que secundaron al héroe mítico, civilizador al que llamaban Elal, creador de los tehuelches, y en reconocimiento a su fidelidad, Elal les tiñó las plumas que eran blancas de un rosa casi fosforescente tal como las lucen hoy. Según los tehuelches matar a un flamenco trae desgracia.
Los conquistadores españoles, que en todo buscaban signos, señales de buenos augurios los consideraban como cruces cristianas voladoras porque al volar, los flamencos surcan el aire con las patas y el cuello estirados semejando realmente una cruz.
En Argentina viven tres de las cinco especies de flamencos que hay en el mundo, el flamenco austral o común es de las tres especies que tenemos, la única que se extiende prácticamente a lo largo y ancho de todo el país ya que se lo puede encontrar desde Jujuy a Tierra del Fuego y desde la Cordillera hasta la costa del Atlántico. Las dos restantes especies son conocidas como parina grande y parina chica, sólo nidifican en la Puna y las alturas andinas del Noroeste del país aunque pasan el invierno en zonas más bajas, en ocasiones se las ha observado en la llanura pampeana pero no es lo habitual.
El flamenco austral prefiere vivir en las lagunas abiertas y estuarios marinos con aguas salobres y someras- esto significa de poca profundidad- suelen juntarse en grandes concentraciones, en Mar Chiquita, Córdoba fueron censados alrededor de setenta mil ejemplares. La dieta del flamenco austral incluye algas, protozoos, barro orgánico, pequeños moluscos y crustáceos, para obtener estos bocados emplean una técnica de lo más singular: primero recogen agua con el pico a modo de cuchara, por eso es curvo mientras agitan la cabeza y a veces hasta “zapatean” sobre el fondo barroso tratando de que la comida quede en suspensión. Luego siguen el ejemplo de las ballenas: expelen el líquido valiéndose de la lengua y la garganta, así los microorganismos terminan atrapados en las laminillas de los bordes internos del pico. Pasan el día comiendo, de noche descansan con una o ambas patas en el agua, el cuello curvado sobre el lomo y el pico escondido entre las plumas.
Los flamencos son monógamos, un complicado cortejo del que pueden participar más de doscientos ejemplares precede a la elección de pareja. Cuando llega la primavera, casi siempre a primera hora del día, ellos se agrupan en compactas formaciones, así van desplazándose lentamente por la laguna con el cuello extendido y el pico apuntando al cielo, algunas entrechocan los picos o ladean la cabeza al unísono como siguiendo una coreografía, otras despliegan las alas mostrando un fulgurante color carmín, todas emiten excitados graznidos, cuando termina el ritual amoroso que dura algunos días, se forman las parejas y ambos integrantes comienzan a construir el nido que consiste en un cono truncado hecho con barro mezclado con restos vegetales, tiene unos treinta centímetros de alto con una depresión en el centro, entre noviembre y diciembre esa depresión será el cobijo de un huevo, raramente dos, de color blanco y forma elíptica que los padres se turnarán para incubar.
Alrededor del mes nace el pichón cubierto de un plumón blanco, con el pico recto de color rojo al igual que las patas, permanece apenas unas horas en esa especie de “volcancito” y a los ocho o diez días pasa a una suerte de nursery, llamada “creche” o parvada con los otros bebés de la colonia. La vigilancia corre por cuenta de un grupo de adultos, no es un trabajo aliviado porque las crías suman a veces varios miles de bebés flamencos. Los padres alimentan a sus crías pico a pico, con una mezcla de sangre, carbohidratos y grasas que segregan glándulas del tubo digestivo. Es muy sorprendente cómo identifican a sus hijos sin vacilaciones entre una multitud de criaturas idénticas.
Con el correr de los días, el blanco natal del plumón se vuelve gris, las patas oscurecen y el pico se va curvando…a los tres meses ya son una réplica en miniatura de sus mayores- aunque les falta el deslumbrante colorido- y pueden valerse por sus propios medios, entonces comienzan a ejercitarse para el vuelo carreteando torpemente contra el viento con las alas desplegadas, en poco tiempo estos desmañados aprendices serán capaces de migrar cientos de kilómetros por aire con elegancia sin par.
Pero…no todo es color de rosa para estos “ángeles de color carmín”: por un lado la naturaleza: gaviotas y caranchos se hacen grandes panzadas con huevos y pichones. Una sequía prolongada puede diezmar a toda una generación así como las granizadas violentas que dejan pocos sobrevivientes.
Por otro lado: el hombre y su codicia: en el norte, el aprovechamiento desmedido de los recursos hídricos suele provocar un descenso en el nivel de las lagunas desalentando la nidificación, los residuos tóxicos de la actividad minera llegan ocasionalmente a los espejos de agua altoandinos y los derrames de petróleo a los precordilleranos. En la pampa húmeda las alteraciones ambientales por actividad humana reducen los dominios del flamenco austral. Pero, su belleza los enfrenta con un enorme e injusto problema que depende de todos erradicar: La preocupación se centra en el flagelo del tráfico de fauna que fue vaciando las lagunas pampeanas y que hace unos años golpeó duro a la vasta colonia de flamencos de Llancanelo, al suroeste de Mendoza, de la Argentina llegaron a salir unos mil flamencos por año de la manera más artera y ruin: algunos enfundados en medias de mujer, otros en largos tubos con pico y patas atados, otros bajo el chasis de camiones o disimulados en dobles fondos. El viaje de muchos de ellos terminaba en Holanda, en Estados Unidos, Japón o Singapur que eran los principales mercados, obviamente muy pocos llegaban vivos.
Los flamencos también van a parar al parque de suntuosos hoteles, aviarios, hipódromos y jardines privados, para su desgracia se los considera aves ornamentales por excelencia. En cautiverio su llamativo tinte carmín se desvanece, los gana la tristeza y mueren antes que en la naturaleza. El egoísmo humano es demasiado dañino para no involucrarnos y tratar de sofocarlo.
Por: Bibiana Manfroni
Bibliografía:
Fauna Argentina, dramas y prodigios del bicherío. Roberto
Rainer Cinti. Editorial Emecé.
Aves Argentinas. Tomo 1.Martín R. de la Peña. Ediciones UNL
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