NUESTRO "ORO VERDE"... LA YERBA MATE


 

Todos los que por las mañanas, casi automáticamente ponemos a calentar la pava con agua, cualquiera que luego de una larga caminata por algún lugar del mundo haya pensado “¿Por qué no habré traído el mate? puede asegurar que el mate no es sólo un buen compañero, para los argentinos en su gran mayoría, el mate es la infusión vital para comenzar y llegar al final del día.
Los gauchos vivían a mate y asado, una combinación eficaz para aguantar horas y horas de cabalgata. Aún hoy, los que tienen que pasar una noche en vela preparando exámenes o terminando un trabajo, saben que el mate es la excusa para los recreos y un estímulo para seguir adelante.
Quien escribe esta nota, tiene un mate recién cebado junto al teclado y muchos de los argentinos que la leerán, también. Estos comentarios pueden ahorrarnos algunas explicaciones, pero seguramente nos obligan a otras.
La yerba mate es una planta de la selva misionera que a simple vista no dice mucho, pero algo contenido en sus hojas y movilizado en su savia hizo que los primitivos aborígenes la eligieran para consumirla en forma de bebida. Sin embargo, sus efectos benéficos en el cuerpo y el espíritu no le evitaron enfrentar intentos de difamación y erradicación, pero a pesar de todo, la yerba saltó de la selva a viveros y luego a plantaciones, conquistó mercados en Buenos Aires capital y las provincias, siempre vinculada al mate y la bombilla logró trasponer las fronteras para acomodarse en muchos mercados del exterior.
Aunque su nombre provenga de la voz quechua “mati”( recipiente para beber) y la costumbre de tomar mate haya sido iniciada por los guaraníes, fueron los jesuitas quienes en el siglo XVI difundieron su uso, cultivaron la yerba mate e inventaron la bombilla ya que los guaraníes usaban una caña delgada a la que llamaban tacuapí. Luego de la expulsión de los jesuitas, el cultivo de la yerba mate cayó en desgracia hasta que pasados los años se va recuperando y el mate queda en manos de los gauchos y hombres de campo, muchos de ellos estancieros que pronto trasladan el hábito de las mateadas a las ciudades y así fueron elevando esta costumbre hasta el estatus de símbolo de la argentinidad, al punto que no existe rincón del mundo donde un argentino no tenga la compañía de su mate.

¿Qué tendrá la yerba?
Los guaraníes supieron encontrar entre centenares, a la única especie vegetal que contiene un alcaloide similar a la cafeína que mitiga el sueño, la sed y el hambre, pero los conquistadores en un principio combatieron su uso por considerarla perjudicial.
El Gobernador Diego Marín de Negrón, allá por el año 1610, denunciaba ante su Rey que había encontrado “un vicio abominable y sucio que es tomar algunas veces al día la yerba con gran cantidad de agua caliente. Y hace a los hombres holgazanes, que es la total ruina de la tierra…”

A la conquista del “Oro Verde”
Los primeros yerbales naturales explotados fueron los de Mbaracayú a más de 500 km de Asunción del Paraguay. La yerba era en el siglo XVI el único producto de venta asegurada, abasteciendo a unos cien mil entusiastas del mate que lo bebían dos veces al día. Hacia el año 1554 el comercio de la yerba mate se había convertido en la mayor fuente de ingresos de la colonia y el uso del mate se extendió al Uruguay y los vaivenes de la historia también llevaron su cultivo hasta el Brasil en ocasión de la invasión de los bandeirantes al territorio del Guairá, en 1638.
Los jesuitas habían encontrado la manera de hacer germinar la semilla de la yerba mate de forma controlada para generar plantines y poder cultivarla en grandes plantaciones para comercializarla, era un secreto que guardaban celosamente, cuando fueron expulsados del territorio se llevaron ese secreto, pero fueron precisamente los argentinos quienes redescubrieron el secreto, permitiendo así poder plantar miles de plantines en territorio misionero y en el nordeste de Corrientes, las primeras cosechas o “tarefas”( el cosechero del yerbatal es el “tarefero”) se registraron en 1914 con tres millones de kilogramos para luego seguir en aumento año a año. Impensados mercados fueron conquistados por distintas variantes de yerbas: suaves, fuertes, saborizadas, con cáscaras de frutas, mate frío, mate listo y hasta una bebida gaseosa con base de yerba mate. El nuevo desafío es cubrir la demanda de productos ecológicos amigables con el ambiente, que se exigen en Europa y la yerba mate reúne excelentes condiciones en este sentido porque se trata de un producto regional y natural para cuya obtención es casi nulo el impacto ambiental.
En Argentina se produce desde hace años la yerba mate orgánica en base a plantaciones libres de agrotóxicos, Francia y Canadá son dos países demandantes de yerba mate argentina de estas características. El principal comprador de nuestra yerba mate es Siria, seguido por Líbano, en estos países se consume mucho porque cada integrante de las “rondas de mate” lleva su propio recipiente al que tiene que cargar con el producto.

Cebar un buen mate.
Así como para tocar la guitarra hace falta mucho más que diez dedos, el instrumento y un oído capaz de distinguir un pericón de una chacarera, para cebar un buen mate no alcanza con tener a mano yerba, bombilla, recipiente y agua tibia. Cebar no es lo mismo que servir, porque cebar es también mantener y alimentar el sabor y cuerpo de esta infusión con características e historia tan propias del temperamento argentino. Para cebar un buen mate es necesario cuidar constantemente la temperatura del agua, porque de ella dependen no sólo los matices del sabor sino también el rendimiento de la cebadura y la presentación. Un mate bien cebado debe estar caliente, pero no tanto, estar siempre espumoso y su sabor debe ser intenso aunque nunca ácido, demasiado amargo o quemado. Quienes prefieren el mate amargo o cimarrón suelen coincidir en que el agua nunca debe estar hervida para que la yerba suelte de a paco sus sabores sin lavarse o quemarse en la primera cebada.
Antiguamente algunas familias acaudaladas contaban con empleadas domésticas conocidas como “cebadoras” que cumplían en la casa esa única misión, dato que revela hasta qué punto los secretos para mantener una ronda siempre apetitosa dependen de habilidades y atenciones tan específicas como las de un verdadero artista.

El alma del mate.
Los turistas que nos visitan se sorprenden al ver a un grupo de personas reunidas alrededor de un termo o una pava pasando de mano en mano esa calabacita humeante y chupando todos de una misma bombilla, es que el mate tiene un humor propio, el mate reúne y calma el hambre, ahoga la nostalgia, acompaña la charla. En tiempos en que los sentimientos no se expresaban abiertamente como hoy, en especial en zonas rurales, se utilizaba el mate como mensajero, por ejemplo: mate frío era desprecio, mate lavado indiferencia, dulce y espumoso era signo de amistad y cariño, mate con canela significaba interés como pareja, amargo era fuerza, vida, coraje, pero…¡ ojo porque también podía ser indiferencia! y el mate muy dulce ofrecido por una dama a un caballero era señal de amor.
Bien sabido es que mates tenemos de todo tipo y tamaño, pero el más tradicional y difundido es el “porongo”, de forma alargada, ancho en la base y angosto en la punta, fruto de una planta similar a la calabaza.
Esta costumbre argentina de matear, que compartimos con Uruguay, Paraguay y parte de Brasil nunca podrá perderse porque es un legado de los guaraníes que se nos ha grabado a fuego formando parte de nuestras vidas para siempre, sea cual fuere el origen de nuestros ancestros.

Por: Bibiana Manfroni

Bibliografía: “Manual del mate, el arte de cebar y compartir” Editorial Emecé.
“Yerba mate. Oro verde”. Cristina Besold, Revista Fundación Vida Silvestre Nº79.

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