EL ÁRBOL DE NAVIDAD


Estamos cerca de fin de año y por lo tanto de las Fiestas, es un momento en el que nos reunimos para compartir la comida e intercambiar regalos. Por eso es interesante hablar un poco de la historia de nuestros árboles de Navidad que forman parte de una tradición y están presentes en ésta festividad global.
Jeremías, profeta del siglo VII a, C., dice que “las costumbres de los pueblos son vanidad “porque un leño “con plata y oro lo adornan; con clavos y martillo la afirman para que no se mueva”, se refiere a la adoración de objetos propia de los paganos. El árbol de Navidad no existía como tal, pero estos versículos hablan de una costumbre ancestral: cortar un árbol para adornarlo o, como hacían los babilonios, para dejar regalos debajo de él.
Tertuliano, vivió entre los siglos II y III después de Cristo, critica a los cristianos que copian los cultos paganos de colgar laureles en las puertas de sus casas y de encender luminarias en los festivales de invierno.
También los romanos adornaban las calles durante las Saturnales, fiestas en honor de Saturno dios de la agricultura, se celebraban en el Solsticio de Invierno, importantísimo para todas las culturas agrícolas ya que es cuando los días comienzan a ser cada día más largos. Comenzó a celebrarse alrededor de 215 a C., entre los días 17 y 23 de diciembre despidiendo el período más oscuro del año a la luz de velas y antorchas, pero a partir de la creación del calendario juliano, introducido por Julio César en el año 46 a, C., se celebra la noche del 24 al 25 de diciembre.
En las fiestas Saturnales se adornaban las calles, se decoraban las casas con plantas y se encendían velas para celebrar la nueva venida de la luz. Los romanos amigos y familiares se hacían regalos, en un principio velas o figuras de barro recordando antiguos rituales.
Pero los celtas, cuyos dioses eran representados por distintos árboles, fueron quienes durante el Solsticio de Invierno decoraban los robles con frutos y velas, para asegurar el regreso del sol y la vegetación.
El nacimiento de Freyr, dios de la lluvia, del sol naciente y de la vegetación, coincide con la celebración cristiana de la Navidad. En esta ceremonia se adornaba un árbol “Divino Idrasil” (árbol del universo), en cuya copa se creía estaba el cielo y en sus raíces el infierno.
El cristianismo como no podía sacar esa tradición tan arraigada buscó mezclar las costumbres. Cuenta la leyenda que en el siglo VIII, en Hesse en el centro de Alemania, San Bonifacio evangelizador de Alemania taló un roble consagrado a Thor, uno de los dioses más importantes con influencias en distintas áreas, uno de sus dones era el de controlar el clima para beneficiar las cosechas, a este roble cada año se le ofrecía un sacrificio durante el Solsticio de Invierno.
El misionero ante el asombro de todos los lugareños lo taló y luego de leer el Evangelio, les ofreció un abeto, un árbol que “representa la vida eterna porque sus hojas siempre están verdes “y porque su copa “señala el cielo “para Bonifacio era un árbol de paz. Como el árbol celta también estaba adornado, pero con manzanas que eran el símbolo del pecado original y velas que representaban la luz de Cristo. Junto con la expansión del cristianismo se fue imponiendo la idea de que esta tradición era propia de esta religión y quedó el árbol para honrar a Cristo como sucede todas las navidades.
Por: María Mar - Fuente: Internet

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