“VIVEZA CRIOLLA”: ZORROS ARGENTINOS


Se acomodan a todo ambiente, circunstancia y menú. Así conquistaron cada rincón del país pero también entraron en conflicto con el hombre. Superar el problema requiere de nosotros tanta astucia como la que a diario despliegan estos paradigmas de la picardía.
Todos los bosques, todas las montañas, todos los desiertos, en suma, casi todo rincón de nuestro diverso planeta tiene entre su elenco faunístico, alguna versión de estos pequeños cánidos vulgarmente conocidos como zorros. Seguramente el ambiente habrá sido quien impuso las variantes sobre el modelo original, por ejemplo aquellas especies que soportan las bochornosas temperaturas del desierto del Sahara- en el África ecuatorial- poseen el pelaje del mismo color que la arena y enormes orejas para ceder rápidamente el exceso de calor. Por el contrario, en la tundra ártica, los zorros son blancos como la nieve, sus orejas diminutas y su pelo figura entre los más densos del mundo animal: se trata en este caso de conservar cada caloría como si fuese la última, una cuestión de vida o muerte.
Fuera ya de los dos extremos citados, los zorros del resto del planeta dan rienda suelta a la creatividad evolutiva: así encontramos zorros con hábitos pescadores, subterráneos, sociables o solitarios.
Campeones del oportunismo: El común denominador de todos los zorros - llamémosle “la clave del éxito”- es un modelo biológico sumamente versátil que reúne entre otras, las siguientes características: pequeño a mediano tamaño corporal, patas cortas provistas de uñas fuertes, cabeza triangular con hocico prominente, fuertes quijadas bien dotadas con agudos caninos y amplios molares, cola larga y velluda, resistencia física, agudeza sensorial y, en un plano menos palpable, notable capacidad para conformarse con lo que el ambiente ofrece. Por escaso o difícil de obtener que sea el recurso, el zorro sabe rebuscarse…¿ astucia? Por qué no. Después de todo es una palabra que resume muy bien la zorruna virtud de acomodarse a las circunstancias.
Los cánidos menores- eso son los zorros- están muy bien representados en nuestro país, podemos decir que entre los zorros grises chicos y pampeano ( algunos los consideran como de la misma especie), el zorro colorado y el de monte, se reparten a grandes rasgos nuestra dilatada geografía, dejando apenas un bocado- en el extremo norte de la provincia de Misiones-para el rarísimo “zorro vinagre”, del que contamos con apenas tres registros desde 1974, en que se lo descubrió por esas tierras, se lo ha observado buceando, actitud completamente atípica entre los cánidos, además tiene hábitos sociables, se mueve en pequeñas hordas.
De Ushuaia a La Quiaca: avanzando sobre Argentina de sur a norte, podemos decir que Tierra del Fuego pertenece al zorro colorado, el mayor del grupo (aunque debido a la exitosa aclimatación del introducido zorro gris chico, este parece ser hasta diez veces más abundante en algunos sectores de la Isla Grande). La Patagonia y el resto de la región andina están compartidas por las dos especies mencionadas con cierta inclinación hacia la montaña por parte del zorro colorado. La región pampeana encuentra como amo y señor al zorro gris pampeano, mientras que los ambientes boscosos de las yungas, el Chaco y la Selva Paranaense constituyen la morada del ubicuo zorro de monte, hermoso zorro de porte intermedio que rara vez supera los seis kilos de peso.
Aunque debido al sutil ajuste con que los zorros responden a las características del ambiente, casi podríamos decir que existen tantos zorros como la naturaleza lo requiere. Discernir entre formas geográficas, subespecies, sub poblaciones o lo que fuere promete mantener ocupados a los especialistas durante mucho tiempo más: así tenemos un zorro colorado propio de las sierras centrales de Córdoba, otro que lo es del archipiélago fueguino, mientras que el zorro gris que encontramos en Salta, poco se parece, aunque pertenezca a la misma especie, al que habita en la vasta horizontalidad de la pampa.
Más vale solos… Dejando de lado al excéntrico zorro vinagre (citado más arriba para una pequeña porción de Misiones) de hábitos sociables, el resto de las especies se caracterizan por llevar una vida bastante solitaria, empleando marcas visuales y olfativas – cuando no actitudes francamente hostiles para evadir la compañía de congéneres que puedan competir por el alimento o mejores refugios- Los machos más que las hembras porque sus territorios de acción son mayores, dedican buena parte de su tiempo a “dibujar” un mapa de señales con orina, fecas y garabatos en el terreno. El mismo animal es, en realidad una suerte de baliza ambulatoria debido al penetrante olor que lleva consigo. Los olores son depositarios de muchas clases de información como la receptividad sexual de las hembras. Durante el período reproductivo no deberá extrañarnos que los gruñones solitarios decidan cambiar su rutina por una vida conyugal que suele prolongarse tanto como para sacar adelante, juntos, a la numerosa camada. Las crías en número de dos a ocho según los casos (el zorro colorado parece tener camadas más numerosas que el gris) nacen luego de un período de gestación de dos meses aproximadamente. Los padres tuvieron tiempo en tanto, de acondicionar el hueco cavado por algún armadillo, o intrusar la morada de las lechucitas vizcacheras o, en el peor de los casos cavar su propia madriguera para recibir a los críos. Quien quiera informarse acerca del desarrollo de los cachorros no tiene más que ir hasta la “cucha”de perro más cercana a su domicilio porque todo sucede de modo muy similar a los perros, tan cánidos como los zorros, parientes al fin.
El juego permanente entre hermanos y el contacto con presas atontadas por los padres brindarán a los cachorros el ejercicio necesario para encarar su próxima etapa que será la más difícil ya que en ella deberán alcanzar la independencia dispersándose en busca de un nuevo hogar.
Astucia a prueba: Como en la mayoría de los carnívoros de hábitos territoriales, son los propios padres quienes se encargan de expulsar a las crías de sus dominios una vez que están lo suficientemente crecidas, en realidad es por el bien de todos ya que los recursos son limitados y tener que compartirlos debilitaría a toda la familia.
Si de verdad son astutos, este es el momento de demostrarlo, tendrán que aprovechar frutos y semillas de estación (muy habituales en la dieta de los zorros) y emplear diversos ardides para dar alcance a pequeños roedores y aves terrestres. Entre sus presas predilectas figuran cuises, liebres y martinetas. En varios lugares el hombre facilita las cosas- tanto a estos jóvenes dispersantes, que difícilmente resistan la tentación, como a los más viejos y mañeros- poniendo a su alcance gallinas, cabritos, ovejas y así desembocamos en el conflicto zorro-hombre. Lamentablemente el problema no es encarado con la seriedad necesaria, la ficción se mezcla con la realidad y los zorros se convierten entonces en una válvula de escape para rendir cuentas, por ejemplo, frente a la caída a pique de las empresas ganaderas de la Patagonia cuando en realidad el nudo tiene otras puntas: la desertización, el mal manejo de los campos, el vaivén del precio de la lana y las políticas impositivas.
Todos estos factores que derivan en ovejas en mal estado y escasa presencia de personal en los potreros, invitan al zorro ( en especial al colorado) a sentarse a una mesa con menú fijo: oveja. Entonces aunque el problema del zorro sea más un emergente que una causante se ha encontrado un buen blanco para abrir fuego. Paradójicamente la Argentina cuenta con un único mamífero que ha desaparecido de la faz de la tierra… ¿De quién se trata? Ni más ni menos que del zorro de las islas Malvinas, exterminado por los criadores de ovejas en el siglo XIX.
Tal vez podamos hacer un intento por emplear algo de esa astucia que el zorro demuestra al adaptarse a las circunstancias que solemos imponerle, para adaptarnos, en alguna medida, a las que él impone en “su” ambiente, ya que lo habita desde mucho antes que nosotros.
Por: Bibiana Manfroni
Bibliografía:
Fauna Argentina, dramas y prodigios del bicherío. Roberto Rainer Cinti. Editorial Emecé.
Revista Fundación Vida Silvestre nº 48.” Zorro, un pícaro en apuros”. Aníbal Parera.

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