CARANCHOS: CURIOSO CASO DE "DOBLE PERSONALIDAD"
La ciencia lo denomina “Caracara plancus”, pariente de los halcones y chimangos, se dice que presenta un llamativo caso de “doble personalidad” porque tiene pinta y apostura de águila pero costumbres de buitre.
Al observar un carancho posado o volando sin saber de qué especie se trata, podríamos pensar que es un águila, un ave de presa, pero al ver cómo se alimenta nos daremos cuenta que es un carroñero, (al menos la gran mayoría de las veces).
Es tan cierto que se comporta como buitre que la tribu Yámana de Tierra del Fuego prefiere morir de hambre antes que probar carne de carancho pensando que podrían estar comiendo cadáver humano y no querían incurrir en canibalismo aunque fuera por vía indirecta.
Charles Darwin lo llamó “falsa águila” y afirmaba que una persona podrá descubrir los necrófagos hábitos del carancho si se detiene en una de esas desoladas llanuras del sur bonaerense y se echa a dormir, cuando despierta verá en cada montículo de los alrededores a una de estas aves observándolo pacientemente con ojos diabólicos.
El carancho es en realidad un oportunista, pasa la mayor parte del día patrullando al acecho de carne fácil, cuando no encuentra cadáveres (carroña) se dedica a capturar presas fáciles: insectos, lombrices, caracoles, reptiles, pequeños roedores, liebres, conejos, pichones de otras aves, huevos y también animales enfermos indefensos impedidos de huir. Además suele merodear con fines “non sanctos”, gallineros, corrales y potreros.
Al momento de capturar una presa, el carancho no cae desde lo alto, en picada sobre sus víctimas como la mayoría de las aves cazadoras, sino que aterriza a prudencial distancia y se va arrimando hasta alcanzar a la presa, primero con calma para no ahuyentarla, luego a toda carrera para terminar la faena a picotazos. Para presas más grandes, como corderos recién nacidos prefiere ataques relámpago y en patota. De fallar estas técnicas no duda en recurrir al raterismo: se lo vio hostigar garzas hasta hacerlas soltar la rana o el pez que era su alimento para robárselo en su propio beneficio.
Para muchos pobladores del campo, la glotonería del carancho resulta beneficiosa porque es un eficaz ayudante en el control de roedores y sumado a sus hábitos carroñeros, un meticuloso “basurero” de la campiña que indirectamente evita la propagación de enfermedades.
Otra curiosidad del carancho es que aparenta ser incapaz de levantar vuelo con una presa entre garras, entonces se eleva con el botín en el pico y a una altura de varios metros, la lanza al aire para entonces abarajarla con las patas, luego pone rumbo a su comedero favorito, que puede ser una rama, roca, poste, pared, etc. Observando estas maniobras, el naturalista y escritor Enrique Hudson (1841-1922) comentó en su libro “Allá lejos y hace tiempo” –“ No me cansaba de admirar esta hazaña que es según creo, única entre las aves de presa”-.
Los caranchos tienen en la parte superior de su pico, una protuberancia carnosa llamada carúncula de color amarillento que se torna roja cuando el ave se encuentra nerviosa, excitada.
Al observar un carancho posado o volando sin saber de qué especie se trata, podríamos pensar que es un águila, un ave de presa, pero al ver cómo se alimenta nos daremos cuenta que es un carroñero, (al menos la gran mayoría de las veces).
Es tan cierto que se comporta como buitre que la tribu Yámana de Tierra del Fuego prefiere morir de hambre antes que probar carne de carancho pensando que podrían estar comiendo cadáver humano y no querían incurrir en canibalismo aunque fuera por vía indirecta.
Charles Darwin lo llamó “falsa águila” y afirmaba que una persona podrá descubrir los necrófagos hábitos del carancho si se detiene en una de esas desoladas llanuras del sur bonaerense y se echa a dormir, cuando despierta verá en cada montículo de los alrededores a una de estas aves observándolo pacientemente con ojos diabólicos.
El carancho es en realidad un oportunista, pasa la mayor parte del día patrullando al acecho de carne fácil, cuando no encuentra cadáveres (carroña) se dedica a capturar presas fáciles: insectos, lombrices, caracoles, reptiles, pequeños roedores, liebres, conejos, pichones de otras aves, huevos y también animales enfermos indefensos impedidos de huir. Además suele merodear con fines “non sanctos”, gallineros, corrales y potreros.
Al momento de capturar una presa, el carancho no cae desde lo alto, en picada sobre sus víctimas como la mayoría de las aves cazadoras, sino que aterriza a prudencial distancia y se va arrimando hasta alcanzar a la presa, primero con calma para no ahuyentarla, luego a toda carrera para terminar la faena a picotazos. Para presas más grandes, como corderos recién nacidos prefiere ataques relámpago y en patota. De fallar estas técnicas no duda en recurrir al raterismo: se lo vio hostigar garzas hasta hacerlas soltar la rana o el pez que era su alimento para robárselo en su propio beneficio.
Para muchos pobladores del campo, la glotonería del carancho resulta beneficiosa porque es un eficaz ayudante en el control de roedores y sumado a sus hábitos carroñeros, un meticuloso “basurero” de la campiña que indirectamente evita la propagación de enfermedades.
Otra curiosidad del carancho es que aparenta ser incapaz de levantar vuelo con una presa entre garras, entonces se eleva con el botín en el pico y a una altura de varios metros, la lanza al aire para entonces abarajarla con las patas, luego pone rumbo a su comedero favorito, que puede ser una rama, roca, poste, pared, etc. Observando estas maniobras, el naturalista y escritor Enrique Hudson (1841-1922) comentó en su libro “Allá lejos y hace tiempo” –“ No me cansaba de admirar esta hazaña que es según creo, única entre las aves de presa”-.
Los caranchos tienen en la parte superior de su pico, una protuberancia carnosa llamada carúncula de color amarillento que se torna roja cuando el ave se encuentra nerviosa, excitada.
Ciudadano de América.
Dieta amplia y rusticidad. Blandiendo esta simple fórmula el Carancho Común o Caracara conquistó América desde el sur de Estados Unidos hasta Tierra del Fuego y las Islas Malvinas. Prefiere vivir en espacios abiertos, aunque con árboles que sirvan de atalaya, refugio y sostén del nido, donde no hay árboles, como ocurre en la estepa patagónica, se las arregla con matorrales o algún balcón rocoso natural. Puede hallárselo tanto en la costa oceánica picoteando la ollada de peces y mariscos que ofrenda el mar, como en regiones montañosas a más de dos mil metros de altura.
Dieta amplia y rusticidad. Blandiendo esta simple fórmula el Carancho Común o Caracara conquistó América desde el sur de Estados Unidos hasta Tierra del Fuego y las Islas Malvinas. Prefiere vivir en espacios abiertos, aunque con árboles que sirvan de atalaya, refugio y sostén del nido, donde no hay árboles, como ocurre en la estepa patagónica, se las arregla con matorrales o algún balcón rocoso natural. Puede hallárselo tanto en la costa oceánica picoteando la ollada de peces y mariscos que ofrenda el mar, como en regiones montañosas a más de dos mil metros de altura.
Chapado a la antigua:
El carancho es bicho de costumbres sosegadas, forma pareja para toda la vida. Donde no se lo molesta, echa raíces y cada invierno, pese a eventuales disputas se reúne con su bandada de amigotes para pasar las noches, compartir algún banquete de carroña o en ocasiones, cazar. La calma termina con el arranque de la época de reproducción (fines del invierno y comienzos de la primavera) en que machos celosos o solteros se enfrascan en encarnizadas batallas, los rivales se trenzan en el aire, caen entreverados y justo antes de estrellarse separan sus cuerpos para recobrar altura…pobre del que salga de estas lides con una herida sangrante, sus propios compañeros lo atacarán en masa hasta despedazarlo. Una vez superado este asunto, las parejas de larga data se dedican a buscar y acondicionar su antiguo nido y los “recién casados” a juntar ramas para construirlo en alguna copa o a falta de árboles, sobre arbustos, barrancos e incluso en el suelo, se trata de un erizado canasto alfombrado con hierbas, crines y plumas. Sobre este mullido piso la hembra deposita tres huevos, la incubación también corre por su cuenta si bien el macho la releva cuando ella necesita salir a “picar algo”. Los polluelos nacen al mes de la puesta revestidos de un escaso plumón amarillento, no son precisamente ejemplos de gracia infantil. Sus padres se contentan viéndolos gorditos a fuerza de larvas, moluscos e insectos, después la dieta se amplía a pedazos de carne podrida, pequeños roedores y aves de estirpe variopinta. El abastecimiento termina cuando la prole aprende a volar y a valerse por sí misma, entonces es expulsada del nido, por regla general los juveniles vuelan en pos de otros pagos, aunque alguno suele quedar con la familia.
El carancho es bicho de costumbres sosegadas, forma pareja para toda la vida. Donde no se lo molesta, echa raíces y cada invierno, pese a eventuales disputas se reúne con su bandada de amigotes para pasar las noches, compartir algún banquete de carroña o en ocasiones, cazar. La calma termina con el arranque de la época de reproducción (fines del invierno y comienzos de la primavera) en que machos celosos o solteros se enfrascan en encarnizadas batallas, los rivales se trenzan en el aire, caen entreverados y justo antes de estrellarse separan sus cuerpos para recobrar altura…pobre del que salga de estas lides con una herida sangrante, sus propios compañeros lo atacarán en masa hasta despedazarlo. Una vez superado este asunto, las parejas de larga data se dedican a buscar y acondicionar su antiguo nido y los “recién casados” a juntar ramas para construirlo en alguna copa o a falta de árboles, sobre arbustos, barrancos e incluso en el suelo, se trata de un erizado canasto alfombrado con hierbas, crines y plumas. Sobre este mullido piso la hembra deposita tres huevos, la incubación también corre por su cuenta si bien el macho la releva cuando ella necesita salir a “picar algo”. Los polluelos nacen al mes de la puesta revestidos de un escaso plumón amarillento, no son precisamente ejemplos de gracia infantil. Sus padres se contentan viéndolos gorditos a fuerza de larvas, moluscos e insectos, después la dieta se amplía a pedazos de carne podrida, pequeños roedores y aves de estirpe variopinta. El abastecimiento termina cuando la prole aprende a volar y a valerse por sí misma, entonces es expulsada del nido, por regla general los juveniles vuelan en pos de otros pagos, aunque alguno suele quedar con la familia.
Fuera de peligro:
La carne de carancho, hasta donde se sabe, no sirvió de alimento más que en casos de extrema necesidad, sus plumas, por el contrario tuvieron gran demanda, los Onas de Tierra del Fuego confeccionaban con ellas diademas ceremoniales y los guerreros araucanos jamás olvidaban llevar a combate un adorno de plumas de carancho y otras rapaces, quizás para obtener mágicamente una dosis extra de coraje y ligereza. En Argentina la situación de conservación del Carancho Común puede catalogarse de estable, pese a que el uso de estricnina y otros cebos tóxicos habría mermado sus filas en la pampa húmeda y la patagonia. Se sospecha que en el norte del país su número está en aumento.
La carne de carancho, hasta donde se sabe, no sirvió de alimento más que en casos de extrema necesidad, sus plumas, por el contrario tuvieron gran demanda, los Onas de Tierra del Fuego confeccionaban con ellas diademas ceremoniales y los guerreros araucanos jamás olvidaban llevar a combate un adorno de plumas de carancho y otras rapaces, quizás para obtener mágicamente una dosis extra de coraje y ligereza. En Argentina la situación de conservación del Carancho Común puede catalogarse de estable, pese a que el uso de estricnina y otros cebos tóxicos habría mermado sus filas en la pampa húmeda y la patagonia. Se sospecha que en el norte del país su número está en aumento.
Por: Bibiana Manfroni
Bibliografía:
Fauna Argentina, dramas y prodigios del bicherío. Roberto Rainer Cinti. Editorial Emecé.
Nidos y huevos de aves argentinas. Martín de la Peña. Fundación Hábitat.
Fauna Argentina, dramas y prodigios del bicherío. Roberto Rainer Cinti. Editorial Emecé.
Nidos y huevos de aves argentinas. Martín de la Peña. Fundación Hábitat.
Comentarios
Publicar un comentario