TALARES: ARBOLEDAS NATIVAS PARA DESCUBRIR Y PROTEGER.


“Tal vez un día recuerden
con algo de pena amarga
que debajo del asfalto
hubo raíces de tala”.
Citado ya en 1748 por el Padre José Cardiel en su libro “Diario del viaje y misión al Río del Sauce”, es el tala (Celtis tala para la ciencia) una de las especies arbóreas indígenas más conocidas desde antaño.
Su distribución es amplia en nuestro país: desde Jujuy hasta San Luís y Córdoba y desde Misiones hasta proximidades de la costa atlántica a la altura de Miramar.
Los talas constituyen el elemento fundamental de los bosques bonaerenses, especialmente en el nordeste de la provincia, son conocidos como “talares”, muy valorados por el hombre dada su ubicación en la zona más poblada del país, justo al borde de la pampa originalmente carente de árboles.
Lorenzo Parodi (uno de los botánicos argentinos más destacados del siglo veinte) realizó en el año 1940 un detallado estudio de estos bosques, hoy es esta obra un punto de partida que permite comparar lugar por lugar cuál es el estado de estos originales bosques nativos. Se pudo establecer que pese a la regresión que vienen sufriendo principalmente por la tala indiscriminada, hay aún talares que siguen en pie y esto es muy importante por la variedad increíble de fauna (mariposas, aves, mamíferos) que los utiliza como refugio y fuente de alimento, convirtiéndose en una de las últimas posibilidades para conservar el esplendor de la vida silvestre de nuestra provincia cuyos ambientes naturales han sido tan modificados por las actividades económicas.
¿Qué aspecto tiene un tala? Es un árbol corpulento de 4 a12 metros de altura (algunos ejemplares llegan a los 18 metros), sus ramas jóvenes tienen corteza lisa, grisácea, llama la atención el aspecto desordenado y caótico de su copa, las ramas se cruzan entre sí, tiene espinas solitarias o de a pares en los nudos, cuando la corteza es añosa se vuelve castaño-grisácea, fina, con fisuras longitudinales, sus flores son verdosas, muy pequeñas (3 milímetros) y los frutos son pequeñas drupas de color anaranjado, algo carnosas de dulce sabor, consumidas por las numerosas especies de aves que visitan los talares y que al eliminar el pequeño “carozo” contribuyen a dispersar lo que serán nuevos talas, es por eso que frecuentemente se ven talas a lo largo de los alambrados, justamente donde se posan muchas de esas aves. A pesar de que la mayoría de los habitantes no tienen conocimiento de su existencia, los talares y sus ambientes contiguos conforman la zona de mayor biodiversidad de nuestra provincia.
¿Qué hacemos por ellos? Debido a diferentes factores entre los cuales la presión humana es el que más impacto les ha causado, estos bosques de tala están hoy en retroceso. Quedan aún relictos en buen estado de conservación pero en forma fragmentada como si fueran islas. Pocos de estos bosques presentan algún grado de protección ya sea bajo jurisdicción nacional, provincial, municipal o privada.
Por suerte son varias las asociaciones conservacionistas y organismos académicos que han comenzado a ocuparse del estudio de los talares aunque la información resultante no es muy conocida por el público, como tampoco en el ambiente científico porque no se está produciendo en forma coordinada y carece de una estrategia de difusión efectiva. Sin embargo es importante tener en cuenta el factor social y cultural ya que estos bosques se encuentran en el área más densamente poblada del país. Muchas veces al considerar el factor humano únicamente como disturbio, lo único que se logra es un desencuentro entre las organizaciones conservacionistas y la población en general y esto contribuye a la no participación comunitaria y al desinterés general afectando la consolidación de las reservas naturales.
Se ha detectado bastante desconocimiento acerca la idea de qué es un tala, qué son los talares y de la importancia de su existencia. Muchas personas que han tenido noticias de la presencia de estos árboles nativos creen que sólo sirven para leña, ignorando su importancia vital para nuestro ecosistema, además del bagaje cultural que acarrea su presencia desde siempre al punto de haber sido utilizados como nombre de localidades, así tenemos “Rosario del Tala” en Entre Ríos, “Talar de Pacheco” partido de Tigre, “ Río Tala”, Partido de San Pedro, en Buenos Aires, “Talarcito” en San Luis, “ Tala Caída” en Tucumán, “Tala Cañada” en Córdoba y muchas otras localidades que sería demasiado extenso mencionar, que demuestran la importancia de estos árboles.
Haciendo historia: Los pequeños frutos de tala son comestibles, además de ser buscados por las aves, en otros tiempos también los niños los buscaban por su sabor dulzón. Antiguamente, las carretas que llegaban a la ciudad de Buenos Aires trayendo diversos productos portaban cargamentos adicionales de frutos de tala para alimentar a las gallinas. Su madera dura y pesada se utilizó para postes, ejes de carretas, cabos de rebenques, horcones y mangos de herramientas de labranza por ser flexible y fibrosa. Los artesanos también construyeron con madera de tala guitarras, arpas y hasta violines. Por su alto poder calórico llamaron “leña fuerte” a su madera.
Con sus hojas se solían preparar infusiones para aliviar indigestiones, resfríos rebeldes y diarreas. Dice la tradición que durante la epidemia de cólera muchas personas se curaron tomando dicha infusión. Se le reconocen además propiedades tintóreas: con la raíz se logra un tinte color café muy resistente al sol y al agua, con la madera triturada se logra una tinta amarillo-verdosa.
Los poetas han encontrado en el tala una fuente motivadora de su pluma, así fue que Carlos B. Quiroga (Catamarca, 1887-1970), poeta, cuentista, novelista y ensayista dice en su obra Cerro Nativo “…El criollo elige la proximidad de un tala para levantar su rancho de modo que el espacio cubierto por la copa del tala es un patio entoldado que el hombre de la región mantiene limpio comprendiendo que es el solaz y el lujo de la vivienda.” Es que su ramaje es tan intrincado, espeso y caótico que la lluvia necesita tiempo y volumen para traspasarlo.
Antonio Esteban Agüero (San Luis, 1917-1970), poeta, prosista y escritor así describe al tala:
“…Con el ramaje complicado y vasto
Como creado por loca fantasía…”
Como conclusión diremos que los talares representan una de las pocas formaciones boscosas nativas con que cuenta la provincia de Buenos Aires, aún es posible imaginar una cadena de reservas con sus talares bajo la protección de municipios y parques privados, con la ayuda de la población que al adentrarse en el conocimiento de su existencia se disponga a protegerlos simplemente visitando esas reservas, demostrando su interés, su valoración, los talas son árboles nobles que pueden además formar parte del paisaje de plazas, veredas y predios aledaños a colegios. Al igual que las rosas, también tienen espinas pero así como un rosal nos recompensa con sus flores, un tala nos brinda infinidad de mariposas y aves nativas y multicolores.

Por: Bibiana Manfroni
Bibliografía:
Talares Bonaerenses y su Conservación. E. Mérida, J. Athor. Fundación de Historia Natural Félix de Azara.
Arboles Nativos del Centro de Argentina. P. Demaio, Ulf Karlin, M. Medina. Ed. L.O.L.A.
Plantas Autóctonas Imprescindibles Para La Naturaleza y Para La Humanidad. R. Barbetti. Ed. Impresora del Plata.
Arboles Autóctonos Argentinos. J. Santos Biloni. Ed. Tipográfica Editora Argentina.

Comentarios

Entradas populares